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Personal sanitario a la fuga (23/09/2022).

Claudia Cuenda es enfermera y acaba de empezar a ejercer. En año y medio ha tenido dos contratos en la sanidad pública, uno de un año y otro de seis meses. Hoy trabaja en el Hospital Germans Trias de Badalona. Pero por poco tiempo. Cuenda ya está haciendo las maletas para emprender una nueva etapa: se va a Estados Unidos. Cuenta que, desde pequeña, siempre quiso trabajar en el extranjero pero las condiciones laborales en España han supuesto el último empujón. No se siente valorada, como asegura que les pasa al resto de sus compañeros. Ni en condiciones, ni en salario. “Yo siempre he preferido las noches y un buen día, y de la noche a la mañana, me cambiaron de turno sin posibilidad de decir que no. Además, me han obligado a coger unas vacaciones que no quería. De 22 días me han puesto 18 en marzo y me quedan solo cuatro para el resto del año. No me parece justo el trato que recibimos. No me parece que esté respetado nuestro trabajo”, relata a El Salto.

En EE UU podrá ganar hasta el triple de lo que hoy recibe. “Empezando desde lo más bajo llegas a los 100.000 dólares al año. Además, te pagan la formación, cosa que aquí no pasa”. Lo que aquí sí pasa y ha vivido durante estos últimos tiempos son doblajes de turnos, que suponen trabajar más de 24 horas seguidas. Relata cómo, por “necesidades del servicio” se llegan a encadenar hasta diez días trabajando de seguido. “No tengo vida fuera del hospital. Yo siento que vivo aquí”, se queja.

Laura Gutiérrez se graduó en 2018. Es también enfermera y comenzó en el Hospital Marina Baixa, en Alicante. Tuvo contratos de meses, el primero como volante. Cada día estaba en un servicio, lo que considera un riesgo para el paciente. Aunque asegura que salió airosa del reto porque en España las enfermeras están muy bien formadas. Tan bien formadas que cuando decidió irse a Noruega a ejercer le convalidaron el título sin muchas dificultades. Afirma que en España existe una de las mejores formaciones del mundo. “Salimos de la carrera sabiendo hacer de todo, cosa que en otros países no pasa”, asegura.

En 2020 había 5.421 enfermeras y enfermeros formados en España trabajando en el extranjero. En 2000 este número apenas alcanzaba las 270

Era 2019 cuando pisó por primera vez su nuevo país de acogida. Un lugar que describe como muy duro y aporta tres argumentos: “Otro idioma, otra cultura y otro clima”. Aunque con unas condiciones laborales inimaginables en España. “Llevo tres años en el país. He estado dos años y medio con contratos fijos en los sitios que he querido. Estuve seis meses trabajando en la ciudad de Trondheim y cuando decidí que me quería ir, me fui, pero me podía haber quedado allí años. Puedes decidir qué hacer con tu experiencia y tu formación”. Así es como llego a trabajar en una UCI neonatal en un hospital de la ciudad de Tromso. “Te dan seis semanas de prácticas remuneradas y te explican todo. Es un entorno muy seguro y está todo muy enfocado a que la persona se quiera quedar”, relata. En cuanto a las condiciones económicas, en España ganaba 12 euros por hora, mientras en Noruega, con poca experiencia, se comienza ganando 23. Su salario ronda los 3.000 euros, frente a los 1.800 que recibía en Catalunya. Y, aunque el estilo de vida es mucho más caro, el precio de los alquileres se iguala con el de las grandes ciudades españolas. “Aquí un alquiler te cuesta 1.500 euros y ganas mucho más. Pagas como en Madrid pero vives mejor”.

Como estas dos enfermeras, muchas son las sanitarias que deciden abandonar el país en busca de mejores condiciones. Según los datos del Consejo General de Enfermería recogidos en el último informe sobre la situación de la profesión, en 2020 había 5.421 enfermeras y enfermeros formados en España trabajando en el extranjero. En 2000 este número apenas alcanzaba las 270. El gran éxodo comenzó en 2014, con 7.652 sanitarias fuera y llegó a su máximo en 2016, con más de 10.000 en el extranjero. Esta organización atribuye la bajada en las cifras de 2020 a la pandemia, donde se redujo la movilidad entre países.

“El año pasado tramitamos 550 licencias para trabajar en el extranjero, este año llevamos 1.100 en seis meses. Esto es un dato preocupante”

Diego Ayuso, secretario general del Consejo General de Enfermería, avisa de que estos datos son orientativos y podrían ser aún mayores. Y alerta de que las cifras para este año son aún más graves. “El año pasado tramitamos 550 licencias para trabajar en el extranjero, este año llevamos 1.100 en seis meses. Esto es un dato preocupante. Cada año salen 10.000 enfermeras de las universidades para incorporarse al mercado laboral. Un 10% se va a trabajar fuera”, resume.

Pero, mientras parte del personal abandona el barco, España arrastra un déficit en enfermería con respecto a los países del entorno. Tal y como indica el mismo informe, la ratio nacional es de 6,16 enfermeras por cada mil habitantes, lejos de la media europea que se sitúa en 8,06. El Consejo General de Enfermería considera que en España se necesitan actualmente 90.000 enfermeras más para alcanzar las cifras europeas.

“Mientras en España cada enfermera lleva entre 12-15 pacientes en una planta de agudos, en otros países de Europa llevan siete”

Detrás de esta realidad, Ayuso incide en tres aspectos. El primero es que no hay una apuesta firme por el desarrollo competencial de las enfermeras; solo hay seis especialidades mientras que en el norte de Europa el desarrollo competencial es más amplio. Las recién formadas ven en Reino Unido, Bélgica o en los países nórdicos carreras más apetecibles. A ello añade una escasez de profesionales. “Mientras en España cada enfermera lleva entre 12-15 pacientes en una planta de agudos, en otros países de Europa llevan siete”. Y, por último, las condiciones materiales. “Aquí una enfermera recién licenciada está en torno a los 1.600 euros al mes y en Europa hay sitios donde ganan hasta 4.000. A esto hay que unirle la temporalidad. Hay contratos de días, de semanas… y gente con 15 años de interinaje”. Con respecto a este último aspecto, Ayuso espera que la nueva ley Iceta, que establece mecanismos para estabilizar al personal que lleva más de tres años ocupando la misma plaza, venga a mejorar esta situación. Mientras tanto, “es una tristeza. Yo firmo los certificados para que puedan ir al extranjero y cada vez que firmo uno me da dolor, una más que sé nos va”, lamenta.

Médicos y médicas que lo dejan

La fuga de sanitarias no es exclusiva entre el personal de enfermería. También las médicas y médicos están haciendo las maletas, ante una situación de precariedad y saturación en hospitales y consultas. Intenciones que se confirman con el número de certificados de idoneidad que se demandan, un documento requerido para colegiarse en otros países y que entrega la Organización Médica Colegial de España. “Estos certificados, desde hace más de 12 años oscilan entre los 3.000-3.500. Con la crisis parecía lógico que la gente los pidiera para irse fuera pero cuando empezamos a remontar, a partir de 2015, ese número no solo no bajó, sino que se siguió manteniendo e incluso se incrementó, llegando a 4.000 en alguno de los años”, explica Ángela Hernández Puente, secretaria general del sindicato médico AMYTS. Según los datos, en 2021 se solicitaron 4.130, lo que supone el valor histórico más alto.

La Comunidad de Madrid hizo un llamamiento para cubrir 30 plazas de pediatría y 98 de médicos de familia. Solo se presentaron un pediatra y 20 facultativos

Además de la huida hacia el extranjero, hay otro aspecto que preocupa entre la profesión médica: el abandono de la especialidad, palpable especialmente en Atención Primaria. Este año, más de 400 médicos en formación, llamados residentes, han abandonado su especialidad para repetir de nuevo el itinerario de prácticas conocido como MIR. La cifra, que supone un incremento respecto al año pasado del 30%, es especialmente dura en Atención Primaria: 181 nuevos licenciados y licenciadas han decidido cambiar de especialidad tras formarse en Medicina Familiar y Comunitaria. Otro dato que ilustra la situación: el pasado 25 de mayo la Comunidad de Madrid hizo un llamamiento para cubrir 30 plazas de pediatría y 98 de médicos de familia. Solo se presentaron un pediatra y 20 facultativos.

Detrás de estas cifras hay un ejercicio de la profesión zancadilleado por la escasa inversión en este nivel asistencial, que tan solo recibe de media un 14% del total. El resultado: consultas abarrotadas con 60 pacientes al día, menos de siete minutos por paciente y abandono de las labores de promoción de la salud. Ya no se puede prevenir, ahora la medicina de familia se centra en curar. Los médicos y médicas de primaria se han convertido en “apagafuegos” y así lo denuncia Beatriz Aragón, médica de familia de Madrid que decidió abandonar la bata en octubre de 2020.

Aragón, que recorría el asentamiento chabolista de la Cañada Real a lomos de una ambulancia dando asistencia médica, dejó de encontrarle sentido a su profesión. “Era un momento muy determinado, había mucho trabajo con el covid pero no servía para nada. Aún no había test rápidos, los resultados de las PCR tardaban 10 días. Invertíamos mucho tiempo en hacer algo que no reportaba a la gente. Pero el covid solo fue la gota que colmó el vaso de un deterioro progresivo. Ese deterioro adquirió una nueva dimensión que hacía que no pudieras hacer tu trabajo bien ni aunque quisieras y pusieras de tu parte”, explica.

Aragón, que lleva dos años dedicada al mundo de la investigación, describe que a esto se le añaden fuertes desigualdades territoriales. “Hicimos una encuesta viendo cuáles eran los centros donde faltaban más profesionales y en los barrios con mayores índices de vulnerabilidad es donde suman más ausencias. Son barrios que van a tener más necesidades de salud y hay que dotarlos de más profesionales, pero eso no se incentiva. La gente prefiere irse a otros centros donde la carga de trabajo no es tanta y las condiciones son mejores”.

“Al principio de la pandemia, la toma de decisiones en común en muchos lugares funcionó. Los profesionales tenían más sensación de control sobre su trabajo. Hay que fomentar la autoorganización en los centros porque son los que mejor conoce a la población”

¿Y cómo revertir la situación? Además de aumentar la inversión en Atención Primaria para mejorar las condiciones laborales y añadir incentivos para los puestos de mayor necesidad, para Aragón es fundamental fomentar el trabajo en equipo dentro de los centros de salud. “Al principio de la pandemia, la toma de decisiones en común en muchos lugares funcionó. Los profesionales tenían más sensación de control sobre su trabajo. Hay que fomentar la autoorganización en los centros porque son los que mejor conoce a la población”, concluye.

La salud mental que empuja al abandono

La situación de precariedad que lastraba las plantillas en consultas y hospitales ha estallado estos últimos años. Una encuesta del Consejo General de Enfermería refleja que el covid-19 ha afectado psicológicamente al 84,7% del personal de enfermería. El 16,5% se ha visto obligado a coger una baja por ansiedad, estrés o agotamiento mental. La salud mental de las plantillas ha sido una de las grandes maltratadas y también otro de los motivos para abandonar la profesión.

Este es el caso de Víctor Aparicio, enfermero de profesión, que ha abandonado su puesto en el hospital Gregorio Marañón en Madrid tras 14 años ejerciendo y cuatro con un contrato de interino. Un trofeo conseguido después de incontables contratos eventuales que no ha podido seguir sosteniendo tras enfermar por depresión. En junio de 2022, y tras dos años y medio de pandemia, su cuerpo ha dicho basta. La historia de Aparicio cierra el círculo: ha fichado por una empresa norteamericana para reclutar a enfermeras españolas con una oferta bastante atractiva.

“No hay ningún trabajo que valga tanto como para enfermar, como para perderte más cumpleaños de tus sobrinos, más semanas santas en familia… no compensa”

“No hay ningún trabajo que valga tanto como para enfermar, como para perderte más cumpleaños de tus sobrinos, más semanas santas en familia… no compensa”, expresa. Este iba a ser su tercer verano en pandemia, otro año más de saturación y de doblajes, con cansancio acumulado y con menos personal. Esta séptima ola se vive en los centros sanitarios con la ausencia de buena parte de los refuerzos covid, despedidos tras la sexta ola.

Cuidar al personal

Mientras, los huecos ya se hacen patentes, tal y como indica Diego Ayuso. “Muchos centros de salud y hospitales han tenido que cerrar unidades de enfermería por falta de personal y la actividad quirúrgica se ha tenido que reducir”, ejemplifica. Y pide que se actúe ya para enmendar la situación a medio y largo plazo. “Pedimos una política sanitaria coherente, que se forme un grupo de expertos que puedan hacer una buena planificación. Hay comunidades que ya han incrementado el número de plazas de enfermería como Catalunya pero otras como Madrid no han incrementado ni una”, resume. Y el tiempo corre en contra. “Estimamos que en los próximos cinco años se jubilarán 50.000 enfermeras. Hay un problema de relevo generacional y esto hay que empezar a planificarlo ya. Y no vemos sensibilidad ni por parte del Gobierno central ni por parte de las Comunidades Autónomas”, sentencia.

Ángela Hernández Puente hace un llamamiento para que aumente la consideración y el cuidado hacia los profesionales. Y, en el caso de los facultativos, añade un factor. Para esta médica, el MIR está actuando como embudo. “España es de los países de Europa con más médicos y médicas licenciados pero para ejercer en la sanidad pública Europa impuso en 1994 una formación práctica de dos años”. Sin embargo, suelen salir menos plazas de formación que licenciados “y queda una bolsa de médicos que no logra acceder al MIR”, se queja.

“Tenemos una de las mejores formaciones del mundo, somos unas enfermeras muy preparadas que sabemos hacer de todo. Que la gente se quiera ir fuera por lo poco que se cuida al personal sanitario me parece una pena”

A Claudia Cuenda le parece “una pena” que profesionales como ella formados en universidades públicas tengan que abandonar el país, después de la inversión realizada para su formación. “Tenemos una de las mejores formaciones del mundo, somos unas enfermeras muy preparadas que sabemos hacer de todo. Que la gente se quiera ir fuera por lo poco que se cuida al personal sanitario me parece una pena”.

Desde Noruega, Laura Gutiérrez insiste en que, más allá del salario, lo que le impide ahora mismo volver a España son las condiciones laborales. “Me he planteado varias veces volver a España. Echo de menos las dinámicas, pero las condiciones no”, asegura rotunda mientras le invade un sentimiento de nostalgia. “España es mi hogar, el día que yo me vuelva será mentalizándome en que ganaré tranquilidad afectiva, pero no tendré estabilidad laboral. Y esto genera un poco de ansiedad”, concluye.

Enlace relacionado ElSaltoDiario.com (22/09/2022).

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