Así nos estafan las multinacionales farmacéuticas a la ciudadanía europea (02/02/2021).

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Bochorno, vergüenza y descrédito. Son tres de las palabras que esta semana recorren los ahora “pasillos virtuales” de Bruselas. La pandemia está dejando entrever las costuras mal remachadas de la Unión, a todos los niveles, y el decorado de cartón piedra que son las instituciones europeas. Desde la nula respuesta inicial, la falta de coordinación evidente, pasando por aquel clarificador “en la Unión Europea no producimos ni un solo gramo de paracetamol” en plena primera ola y ahora con el “choteo” de AstraZeneca o Pfizer con las vacunas.

Como popularmente se dice, la Comisión Europea “lleva el pecao en la penitencia” y es que la negociación con las empresas farmacéuticas siguió el guion de siempre. Probablemente que los gobiernos nacionales tuvieran que asumir las cifras diarias de muertos que ha causado la Covid-19, ha sido una pesada losa para que cuestiones de sentido común no aparecieran en esos contratos. Y es que a pesar de todos los tachones, ocultaciones, cuartos cerrados para consultar los contratos y confidencialidad por todos lados, han visto la luz estas semanas algunos datos sonrojantes.

Entre ellos están las infames cláusulas por la cual los estados miembro responderán ante las futuras reclamaciones por efectos secundarios de las vacunas, la previa autorización de la farmacéutica para poder donar los excedentes de vacunas a terceros países o el precio de revenderlas y la confidencialidad del precio por dosis. Y para rematar la infamia, la Comisión Europea después de haber financiado las vacunas con importantes cantidades de dinero público, no se ha asegurado ni una parte de la propiedad intelectual de ellas. EEUU por ejemplo, sí lo ha hecho con una parte importante de la de Moderna. En definitiva, hemos pagado por unas vacunas secuestradas.

Y es que lo que mal empieza…peor termina y el sainete protagonizado por el “affaire AstraZeneca” está seguramente lejos de terminar. La verdad es que ver a toda una comisaria de sanidad de la UE, como Stella Kyriakides, acusar a AstraZeneca de querer funcionar como la carnicería del barrio, tiene pocos precedentes. Aunque habría que decirle a Stella, que en la carnicería de mi barrio, las personas respetan el turno, pero también ceden su turno a personas mayores, al vecino o vecina que tiene prisa porque no llega a recoger al “guaje” a la salida del cole, además ha “fiado” a más de una familia y colabora con el banco de alimentos de la asociación vecinal. Eso es una carnicería de barrio, lo que ella quería decir es que AstraZeneca funciona como una multinacional especuladora, monopolista e insolidaria, pero eso Kyriakides no podría decirlo.

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