La Comisión Europea amaña una consulta pública para aprobar sin garantías nuevos transgénicos (05/03/2021).

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El futuro de los transgénicos en España y en la Unión Europea se juega en los siguientes meses. Una nueva generación de transgénicos llama a las puertas del viejo continente y crecen las presiones desde los lobbies de la agroindustria y la biotecnología para que no sea regulada por la legislación que rige al resto de organismos genéticamente modificados (OGM), de forma que no tengan que cumplir las estrictas normas de seguridad y etiquetado. 

Según denuncia Amigos de la Tierra, la Comisión Europea “ha roto sus propias reglas para permitir que la industria biotecnológica ayude a reescribir las leyes de seguridad de los OMG”. En abril, la Comisión Europea tiene previsto publicar los resultados de la Consulta Pública en la que lleva meses trabajando sobre esta nueva tecnología de transgénicos, llamada “edición genética”. Antes de que se conozcan las conclusiones, la composición de este grupo de trabajo, la orientación de las preguntas y la falta de transparencia han alarmado a las organizaciones ambientalistas.

El 74% de los participantes en esta Consulta Pública pertenece a los gigantes del sector. Muchos de ellos, señalan desde esta ONG, “tienen un interés documentado en eximir a los nuevos OMG de las leyes de seguridad”

Según el informe hecho público por Amigos de la Tierra este 4 de marzo, el 74% de los participantes en esta Consulta Pública pertenece a los gigantes del sector. Muchos de ellos, señalan desde esta ONG, “tienen un interés documentado en eximir a los nuevos OMG de las leyes de seguridad”. 

La composición de esta consulta, decidida por la Dirección General de Salud y Seguridad Alimentaria de la propia Comisión Europea, atenta contra las propias directrices del máximo órgano de la UE, que obligan a consultar de forma transparente y amplia a los sectores afectados evitando visiones sesgadas “promovidas por grupos específicos”.

En este caso, siete de cada diez participantes pertenecen a grandes empresas de biotecnología y lobbies interesados en la desregulación de los transgénicos, mientras que solo el 14% representa a organizaciones campesinas, ambientalistas o de la sociedad civil. Algunas multinacionales del negocio de los OMG están incluso varias veces representadas, primero a título individual y luego bajo el paraguas de diversos lobbies. Bayer/BASF, por ejemplo, es miembro de EuropaBio, de Bio-based Industries Consortium, European Crop Protection Association, Euroseeds y European Biopharmaceutical Enterprises, señala el informe de Amigos de la Tierra.

A pesar de que la legislación sobre OGM solo abarca cuestiones relacionadas con los alimentos, los piensos y las semillas, desde la Comisión se hizo un especial esfuerzo por invitar a los grupos de presión de la industria cosmética y farmacéutica, mientras se dejaba fuera a las redes de semillas, señalan desde esta organización ecologista, aunque las quejas consiguieron incluirlas más adelante. En la posición favorable a la regulación de los nuevos OMG solo se invitó a un grupo de consumidores, otro de defensa de los animales y a cuatro organizaciones medioambientales… sobre un total de 79 integrantes.

“La Comisión diseñó la consulta de tal manera que se permitió la participación de un número desproporcionado de organismos de la industria, y permitió que varios grupos de biotecnología con un interés financiero en la desregulación de los nuevos OMG estuvieran representados en múltiples ocasiones”

“La Comisión diseñó la consulta de tal manera que se permitió la participación de un número desproporcionado de organismos de la industria, y permitió que varios grupos de biotecnología con un interés financiero en la desregulación de los nuevos OMG estuvieran representados en múltiples ocasiones”, denuncian desde Amigos de la Tierra.

Con la elección de los participantes, añaden, la Comisión ha dado a los intereses corporativos “una influencia indebida en la dirección de la consulta, allanando el camino para un resultado amañado y dando luz verde para nuevos OMG en la UE”.

La consulta también estaba sesgada, defienden desde Amigos de la Tierra, en la elección de las preguntas, “redactadas para dar más espacio a la discusión sobre los beneficios potenciales de los nuevos OGM, en contraposición a los riesgos”: de 29 preguntas de la encuesta, siete hacían referencia a sus posibles beneficios y solo tres a sus potenciales peligros.

La Comisión también se ha saltado sus normas, critica esta ONG, en la falta de transparencia que ha acompañado el proceso. Lo normal en una Consulta Pública, explican en el informe, es que se publiquen las respuestas inmediatamente, pero en este caso se harán públicas cuando el proceso haya finalizado, según se ha confirmado oficialmente. “Esto entra en conflicto con las propias normas de la Comisión. Hace temer que los resultados de la consulta no sean equilibrados, sino que favorezcan los intereses de la industria y fomenten la desregulación de los nuevos OMG”, indican en el informe.

Lo que está en juego

En 2018, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) dictaminó que los nuevos transgénicos debían estar sujetos a la actual regulación comunitaria de OMG, que afecta tanto a las normas de seguridad como al etiquetado.

Desde entonces, apunta el informe ¿Luz verde para los transgénicos?, la industria biotecnológica “ha hecho campaña para impedir su aplicación” y ha presionado a la Comisión para que “reescriba la legislación” de forma que permita exenciones “para que los cultivos producidos con nuevas técnicas de transgénicos se cultiven y vendan sin controles de seguridad”.

A finales de 2019, a petición del Consejo Europeo, la comisión lanzó esta consulta pública que será presentada en abril. Sus conclusiones, afirman desde Amigos de la Tierra, servirán de base para interpretar la aplicación de la sentencia del TJUE y se puede traducir “en el debilitamiento de la legislación sobre seguridad de los OMG”.

El responsable de Soberanía Alimentaria de Amigos de la Tierra, Andrés Muñoz, acusa a la Comisión de “manipular deliberadamente los resultados del estudio para forzar la anulación de la sentencia del TJUE sobre una nueva oleada de OMG, con el fin de excluirlos de las leyes de seguridad y etiquetado”. Si esta anulación llegara a producirse, “se pondrá en grave riesgo la seguridad alimentaria de las personas y la preservación de la biodiversidad”, advierte.

La desregulación de esta nueva ola de OMG supondría, según el informe, una “brusca ruptura” con la estrategia lanzada en mayo de 2020 por la propia Comisión Europea llamada “Del campo a la mesa”. En este plan, la Comisión pretendía avanzar hacia una sistema agroalimentario más justo, saludable y respetuoso con el medio ambiente, con medidas concretas como la reducción a la mitad de los pesticidas para 2030 y el aumento hasta el 25% de las tierras de cultivos ecológicos. Unas medidas que resultan, según esta ONG, incompatibles con una proliferación de OMG de vieja y nueva generación.

Con la elección de los participantes, el diseño de la encuesta y con la falta de transparencia, la Comisión Europea planificó una consulta a medida de las organizaciones de la industria que “se benefician de la desregulación de los OMG”, es la conclusión del informe de Amigos de la Tierra

Desde Amigos de la Tierra exigen a la Comisión que aplique la sentencia del TJUE y que “garantice que los nuevos OMG se sometan a controles básicos de seguridad y requisitos de autorización”. También pide que la Comisión “asuma la responsabilidad de la configuración defectuosa de la consulta y no la utilice para justificar ninguna conclusión política, incluida la reescritura de las leyes de seguridad de los OMG”.

Con la elección de los participantes, el diseño de la encuesta y con la falta de transparencia, la Comisión Europea planificó una consulta a medida de las organizaciones de la industria que “se benefician de la desregulación de los OMG”, es la conclusión del informe.

Nueva ola, viejas promesas

La nueva ola de OMG, también llamada “edición genética”, se basa en una novedosa tecnología que permite alterar el material genético de plantas, animales y microorganismos utilizando enzimas para manipular, cortar o editar de forma precisa el genoma. “Este ADN cortado o insertado es luego reparado por el propio mecanismo de reparación de la célula, que replica la edición o suscita cambios en el organismo”, explican desde Amigos de la Tierra en un segundo informe, publicado en enero, sobre esta nueva generación de transgénicos.

Al igual que en otras revoluciones que afectaron a la agricultura y a la ganadería esta viene acompañada de grandes promesas de abundancia y pretendidas soluciones para la crisis derivada del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la degradación de los ecosistemas.

Según defienden desde las organizaciones ecologistas y de soberanía alimentaria: lejos de ser una solución para la crisis climática y de los ecosistemas, una introducción sin controles de estos nuevos transgénicos solo conseguirá agravarlas

Alimentos más nutritivos, más sabrosos, resistentes al calor, a las plagas, con menos alérgenos, que no dependen de las abejas y otros insectos… es difícil resistirse al canto de sirenas que parte de la comunidad científica y las empresas de biotecnología suelen acompañar al relato de la nueva ola de transgénicos. Solo hay un problema, un gran problema, según defienden desde las organizaciones ecologistas y de soberanía alimentaria: lejos de ser una solución para la crisis climática y de los ecosistemas, una introducción sin controles de estos nuevos transgénicos solo conseguirá agravarlas.

Para empezar porque la agroindustria se mueve por motivaciones exclusivamente económicas y es parte del problema, con un 13% de las emisiones de carbono, el 44% de las emisiones de metano y el 82% de las emisiones de óxido nitroso entre 2007 y 2016, según detalla el informe. Tras la revolución verde y la primera ola de transgénicos en los 90, casi una cuarta parte de todas las tierras agrícolas del mundo se ha degradado hasta el punto de reducir su producción de alimentos. El impacto de la desaparición de los insectos polinizadores —consecuencia entre otros factores de la degradación de los ecosistemas por la agroindustria y el uso de pesticidas y herbicidas en muchos casos vinculados a transgénicos— podría causar pérdidas en los cultivos valorados en 577.000 millones de dólares. 

Según el informe de Amigos de la Tierra, los argumentos del lobby biotecnológico parecen calcados a los de la primera ola de transgénicos, cuando se llegó a decir que requerían menos pesticidas. Un argumento que ha quedado invalidado después de una experiencia de tres décadas. De hecho, dicen desde esta ONG, el 95% de los cultivos transgénicos se basa en crear nuevas versiones resistentes a los agrotóxicos o a los insectos. Las consecuencias en el medio ambiente y en la salud humana, por poner un ejemplo, de la utilización del herbicida Round-up —una marca de glifosato patentada por Monsanto-Bayer muy utilizada para fumigar la soja transgénica de esta multinacional—, ha provocado indemnizaciones millonarias en Estados Unidos al confirmarse su relación con distintos tipos de cáncer. El Round-up también ha contribuido a arrasar con ecosistemas completos creando lo que se conoce como “desiertos verdes” en amplias regiones de América Latina y Estados Unidos.

Estas promesas también se ven estropeadas por “la falta de evidencia” sobre los posibles beneficios y peligros de los nuevos transgénicos. Según esta ONG, “la mayoría aún está en fase de investigación y desarrollo, lo que significa que no hay pruebas sobre cuál será su comportamiento fuera del laboratorio”.

Las nuevas posibilidades que incluye esta tecnología, entre otras la modificación genética de microbios para la producción de cultivos fijadores de nitrógeno, piensos animales, entre otros usos, podrían tener implicaciones de “gran alcance”, muchos más si no existen fuertes controles de seguridad. “Los microbios se propagan mucho más rápido que los animales y las plantas, y la ciencia aún no comprende plenamente qué mecanismos siguen”, advierten desde Amigos de la Tierra.

Desregular las nuevas tecnologías de edición genética no es la solución para los problemas que causaron, al menos en parte, las anteriores revoluciones agrícolas, todas ellas y también esta lideradas por los intereses de los grandes grupos agroindustriales

Las promesas de que estos nuevos transgénicos ayudarían a luchar contra el cambio climático y a la conservación de ciertas zonas “parece ignorar la realidad de la situación en Europa”. Los sistemas agrícolas intensivos, con un alto empleo de insumos, tienden a producir altas emisiones de gases de efecto invernadero, “en lugar de ser sumideros, como sugieren estos argumentos”. 

De fondo, el debate sobre la “imprevisibilidad” en los cambios introducidos en el genoma de las plantas, los animales y los microbios. Esa fue la principal razón por la que existe en la UE una legislación tan estricta sobre OMG, unas normas que han provocado que hasta ahora solo se haya autorizado el cultivo de un transgénico, el maíz MON 810. Y este es el principal motivo por el que esas normas deberían aplicarse también a la nueva ola de transgénicos, según Amigos de la Tierra. Pese a que la precisión de la edición genética de la nueva ola posibilitan trabajar en regiones específicas del genoma, dicen desde esta organización ambientalista, “el proceso completo sigue incluyendo muchos eventos aleatorios cuyos resultados no pueden predecirse”.

Una opinión que no comparten los lobbies de la biotecnología y parte de la comunidad científica: en agosto de 2019, más de un centenar de institutos de investigación de toda Europa pidieron a la UE que abriera la mano en su legislación sobre OMG para no perder la carrera por crear una “agricultura sostenible” en el contexto del cambio climático utilizando la edición genética. “La capacidad de usar la edición genética es crucial para el bienestar y la seguridad alimentaria de los ciudadanos europeos”, decían en una carta.

Desregular las nuevas tecnologías de edición genética no es la solución para los problemas que causaron, al menos en parte, las anteriores revoluciones agrícolas, todas ellas y también esta lideradas por los intereses de los grandes grupos agroindustriales. Las soluciones pasan más bien, sostienen desde Amigos de la Tierra, por el camino al que apuntaba, aunque fuera tímidamente, la estrategia Del Campo a la Mesa: una mayor apuesta por los alimentos locales y de temporada, el fomento de la agroecología y una forma de entender la innovación de forma distinta a las grandes corporaciones, cuyo único criterio de éxito es el beneficio empresarial. 

La innovación que interesa a la gente que vive de la tierra y a las ciudades, dicen desde Amigos de la Tierra, pasa por “reorganizar el sistema de producción de alimentos”, apoyar y cuidar las variedades locales, implicar a las comunidades en un “conocimiento moderno” de los ecosistemas, proteger la biodiversidad y priorizar los programas de investigación sobre una agricultura realmente sostenible. Dicho de otra forma: en vez de crear cultivos transgénicos que no necesitan polinizadores, cambiar el modelo para que la agroindustria deje de arrasar los ecosistemas.

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