Aberración moral (30/04/2021).

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Madrid está a la cabeza de la tétrica estadística de los muertos por covid. Habrá que ir pensando en sustituir la imagen del oso y el madroño tradicional por la calavera escueta, con la tibia y el peroné, por corbata

Los matices y los adjetivos corren a cargo de los lectores. Pero a mí me parece que el tratamiento de la pandemia por las autoridades de la Comunidad de Madrid es una aberración moral. Un solo muerto, con nombre y apellidos, con familia y con futuro, con cuerpo y alma para el gran don de la vida, vale más que todos los beneficios económicos de la hostelería. La capital de España duplica el número de afectados de la media nacional. Uno de cada cinco contagiados es madrileño. Y, en la última semana, Madrid está a la cabeza de la tétrica estadística de los muertos. ¡Viva la muerte! Madrid merece la capitalidad representativa del país. Un muerto más, ¿qué importa al mundo?, que dijo el otro. Habrá que ir pensando en sustituir la imagen del  oso y el madroño tradicional por la calavera escueta, con la tibia y el peroné, por corbata. Isabel Díaz Ayuso (= Miguel Ángel Rodríguez = José María Aznar) nos propone la libertad de elegir la muerte o dejar de ir al chiringuito de la esquina, a tomar una cerveza con bravas. ¡Vamos chicos al tostadero! Estamos en el buen camino. Bien aconsejados. Bien representados. Con la sonrisa en los labios, elegir la irresponsabilidad frente a la sensatez, la irracionalidad frente a la racionalidad, el riesgo frente a la tranquilidad,  el chato y el cortado frente a los consejos científicos de los especialistas. La muerte frente a la vida. El azar frente a la necesidad. La oscuridad frente a la luz. La noche frente al día. A los datos me remito. Cada día aumenta el número de muertos, con algunas excepciones, y su edad sigue bajando. La pandemia nos está ayudando a la obligatoria purificación de la tierra española. Solo sobrevivirán los mejores. Volvemos a nuestro destino en lo universal. Una raza privilegiada. Un pueblo elegido por Dios. Nada de restricciones, nada de confinamientos cobardes, nada de mascarillas infantiles, ni falsos pudores de monja oblata. Con la frente alta y el paso firme hacia un nuevo amanecer glorioso. Yo voy camino de los cien años y me lo voy a perder y no lo veré. Una lástima.

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