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Libertad, solidaridad o la perversión conceptual de la derecha y la extrema derecha (11/05/2021).

Hasta en 22 ocasiones en 27 minutos. Son las veces que Pablo Casado repitió la palabra “libertad” durante su intervención ante el Comité Ejecutivo Nacional del Partido Popular tras la victoria en las elecciones madrileñas del pasado 4 de mayo. Eufórico, el líder de PP se ha aferrado al término como ya lo hiciese su candidata, Isabel Díaz Ayuso.

La perversión de determinados conceptos ha sido parte de la estrategia de la derecha y la extrema derecha durante la campaña de las elecciones a la Asamblea de la Comunidad de Madrid. Desde los partidos conservadores y reaccionarios se ha intentado impregnar de neoliberalismo términos tan vinculados a la colectividad y al republicanismo como libertad, solidaridad o, en menor medida, igualdad. Palabras despojadas de su significado universal y adulteradas por parte del PP y Vox.

Tal y como explica la filósofa Ana Carrasco-Conde, “los conceptos cambian porque cambian las sociedades, pero el problema viene cuando se quiere cambiar la sociedad a partir del cambio de conceptos”. La profesora de Filosofía en Universidad Complutense de Madrid asegura que “en el momento en que se consiga introducir una ideología dentro de una palabra, la semilla germinará”, construyendo así una realidad alternativa.

Libertad ha sido, sin duda, el concepto clave en los comicios madrileños. Frente a las restricciones impuestas en la mayor parte del país para hacer frente a la pandemia de la COVID-19, el gobierno de Díaz Ayuso optó por hacer de la comunidad un territorio con medidas laxas para contener el virus, en el que se registran una de las tasas de contagio más altas del país y un exceso de mortalidad.

Y esta forma de gestión se ha ligado a esa definición alternativa del término libertad, la cual ha sido ratificada también por la extrema derecha, que ha apoyado este tipo de medidas. De acuerdo con Carrasco-Conde, los partidos reaccionarios intentan asimilar la democracia a “la lógica extrema de un capitalismo extremo” en el que lo importante es el individualismo y el yo, sin importar las consecuencias que los actos propios tengan en la salud de los más vulnerables: “El capitalismo nos ha metido entre ceja y ceja que somos individuos aislados, pero en realidad somos sociales. Siempre llegamos a ser lo mejor posible en comunidad y por eso la libertad es lo que puedes hacer con los demás, pactando con los demás. Es muy perverso pensar que el otro es un obstáculo”.

Imágenes como las vistas el pasado sábado por la noche, momento en el que terminaba el estado de alarma, permiten vislumbrar el egoísmo que encierra esa «libertad», una palabra que muchos gritaron durante la noche. “Hemos venido a emborracharnos y el resultado nos da igual”, fue una de las frases más coreadas por los cientos de personas que se agolpaban sin ningún tipo de medida de protección frente al virus en algunos de los lugares más conocidos de la capital madrileña. 

De acuerdo con el periodista Adrián Lardiez, autor de La seducción de la extrema derecha (Libros.com, 2021), en el que analiza “el comportamiento electoral y la psicología tras el voto populista”, esta estrategia de la perversión conceptual “es efectiva a nivel psicosocial”. Hace referencia a la teoría de la privación relativa según la cual es posible “incidir en la insatisfacción personal como fuente de las hostilidades”. De esta forma, según Lardiez, “cuando los individuos creen que han sido injustamente tratados, que se les ha privado de un objeto o que no reciben lo que merecen, pues entonces si les vendes esta idea tan bonita de la libertad pues pueden verse seducidos”.

Una estrategia antigua

Como sostiene el profesor de Lenguas y Culturas Españolas y Portuguesa de la Universidad de Princeton, Germán Labrador, la pugna por el significado de las palabras “forma parte de la lucha por la hegemonía cultural y política, desde tiempos remotos”. Según explica Labrador, tras la revolución soviética fueron varias las contrarrevoluciones conservadoras que “trataron de combatir los diferentes movimientos de izquierda apropiándose de su vocabulario”. Señala el caso de José Antonio Primo de Rivera, quien mantenía que la única libertad posible era “la libertad de obedecer”. Al fundador de Falange también se le atribuye la frase “El hombre tiene que ser libre, pero no existe la libertad sino dentro de un orden”.

De manera más reciente, “los herederos de la dictadura usaron el lenguaje del antifranquismo para ir a las elecciones: la Alianza Popular de Fraga defendía que había que ‘buscar la verdadera libertad’ frente a la supuesta ‘falsa libertad’ de los demócratas”, explica el profesor de Princeton. AP también se valió de falangismo para uno de sus eslóganes electorales de 1977: “Libertad y trabajo en orden”.

Una estrategia que ahora forma parte de lo que se ha venido denominando por parte de alguno de los principales ideólogos de la derecha y de la extrema derecha como “batalla cultural”. Una disputa que tampoco es nueva y que en España se inició en 2004 contra el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. En ese momento, los progenitores políticos de las actuales derecha y extrema derecha –ambas nacidas de ese movimiento neoconservador– se lanzan a la lucha semántica con el objetivo de apropiarse de determinados conceptos y resignificarlos a imagen y semejanza de su ideología. Así, Esperanza Aguirre, la principal artífice de la conversión de Madrid en un laboratorio neoconservador, ha escondido tras el concepto de “liberalismo” la privatización de servicios públicos esenciales como la sanidad.

Fuera de nuestras fronteras, la extrema derecha de diferentes países europeos lleva años utilizando el término como parte de su propio nombre. En Países Bajos, Geert Wilders lidera desde 2004 el Partido por la Libertad (Partij voor de Vrijheid, PVV), que ha llegado a ser segunda fuerza en el país en 2017. Los ultranacionalistas del Partido de la Libertad de Austria (Freiheitliche Partei Österreichs, FPÖ) son otro ejemplo, así como el extinto Pueblo de la Libertad (Il Popolo della Libertà, PdL), de Silvio Berlusconi, disuelto en 2013.

Solidaridad, pero solo con los propios

La celebración del Día Internacional de los Trabajadores coincidió este año con la campaña electoral madrileña. Mientras los tres candidatos de la izquierda –Mónica García (Más Madrid), Ángel Gabilondo (PSOE) y Pablo Iglesias (Unidas Podemos)– marchaban junto a los sindicatos UGT y CCOO, Vox presentaba su propio sindicato “anticomunista” Solidaridad en una de las zonas de mayor renta de la capital.

«Solidaridad» es otro de esos conceptos republicanos que intenta ser pervertido por parte de la extrema derecha, que ha copiado el nombre al mítico sindicato nacionalista polaco Solidarnosc. La filósofa Ana Carrasco-Conde sostiene que tanto la derecha como la ultraderecha utilizan el término solidaridad en el sentido de lo que el sociólogo y filósofo francés Émile Durkheim denominó como “solidaridad mecánica”: “La solidaridad implica colaboración en sociedad, cooperación, que puede darse entre quienes piensan lo mismo o quienes piensan diferente. La primera obedece la lógica de la homogeneización, que es la lógica del fascismo. Todo lo que se salga de esa solidaridad o se salga de ese grupo es un enemigo o un antagónico que debe ser eliminado”, explica Carrasco-Conde. 

Asimismo, la filósofa sostiene que para la extrema derecha no existe una solidaridad con los más débiles que están fuera del grupo, sino que lo suplen con la “caridad” propia de sus raíces cristianas. El profesor Germán Labrador, por su parte, recurre al ministro de Propaganda nazi Joseph Goebbels, quien trató de resignificar el concepto de solidaridad internacionalista como solidaridad nacional (Nationalen Solidarität) “para financiar el nazismo”.

El periodista Adrián Lardiez cree que con esta estrategia “Vox trata de buscar el voto obrero” aunque no es capaz de conseguirlo de una manera eficiente. “No lo hacen bien porque vienen de donde vienen y eso se les nota”, explica Lardiez. Un tuit del diputado Iván Espinosa de los Monteros publicado también el Día del Trabajador de hace nueve años deja al descubierto las costuras de Vox en este sentido: “El 1 de mayo es el día del trabajo. Debería ser el día de salir a la calle a agradecer su esfuerzo a los que generan empleo: los empresarios”, publicó en su perfil en 2012.

Enlace relacionado LaMarea.com (10/05/2021).

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