Tres de cada cuatro personas que remitieron mala salud mental tras la pandemia no recibieron atención psicológica (28/05/2021).

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Cuatro de cada diez personas encuestadas afirman haber tenido problemas de salud mental desde el inicio de la pandemia, pero menos de una cuarta parte de ellos (23,4%) recibieron algún tipo de atención. Es una de las principales conclusiones del recientemente publicado estudio Psi-covid-19, realizado por la cátedra Contra el Estigma de Grupo 5 y la Universidad Complutense de Madrid (UCM) para analizar el impacto psicológico en la población española tras la pandemia.

El estudio, que ha contado con cuatro fases de encuestas —durante la declaración del estado de alarma de marzo de 2020, abril de 2020, la desescalada del confinamiento a finales de mayo de 2020 y una cuarta oleada en marzo de 2021—, revela datos significativos sobre el resentimiento de la salud mental un año después de la pandemia: los síntomas de depresión y ansiedad, así como los ataques de pánico, aumentaron durante el primer trimestre de 2021 “pareciendo indicar una situación de desgaste y de indefensión de la población española al enfrentarse a una cantidad elevada de sucesos estresantes durante un tiempo prolongado —12 meses—, cuyo final es indefinido y difícil de controlar”. Las mujeres y los jóvenes —entre 18 a 30 años— muestran una mayor sintomatología de depresión y ansiedad que el resto de grupos poblacionales.

Entre los principales motivos por los que los encuestados afirman no haber pedido ayuda a pesar de remitir mala salud mental en ese 40% de los casos, destacan quienes aseguraron “ser capaces de resolver sus problemas por sí mismos” (33%), quienes afirmaron que “mejoraran solos” (20%) y un porcentaje especialmente preocupante: el 17% reconoció que no podía pagar un tratamiento. A ello se suma un 5% que advirtió no poder obtener cita y otro 5% que no recurrió a la atención psicológica por cuestiones de estigma.

De ese 23,4% de personas que recibieron algún tipo de atención, un 62% se engloba en la psicoterapia, pero un 25% de la muestra admitió haber recurrido a tratamientos psiquiátricos o farmacológicos, una tendencia sobre la que colectivos y expertos vienen advirtiendo. 

Soledad no deseada

La percepción de soledad no deseada también ha aumentado a lo largo de estos doce meses: aunque durante la desescalada del confinamiento (mayo-junio 2020) esta sensación disminuyó progresivamente, las personas encuestadas —sobre todo, de nuevo, las jóvenes— volvieron a remitir en marzo de 2021 un aumento muy significativo de la sensación de soledad que los investigadores achacan al mantenimiento de las medidas de distancia social física. La percepción de apoyo social, además, disminuyó en marzo de 2021 con respecto a marzo de 2020, igual que lo hicieron la sensación de bienestar y de autocompasión. 

Si bien son mujeres y jóvenes quienes más remiten síntomas de mala salud mental, son mayoritariamente hombres y de mayor edad, según se expone en la investigación, quienes han sufrido un mayor número de sucesos estresantes en el último año y los que han podido verse más afectados a nivel médico por el virus: “Las personas del grupo de 31-59 y las personas mayores de 60 son las que sufren más sucesos vitales estresantes y, a pesar de este hecho, sobrellevan mejor la situación de confinamiento”, apuntan los autores en las conclusiones de la investigación.

Entre los sucesos vitales traumáticos más repetidos en el último año de pandemia se encuentran la enfermedad de un familiar (46,2% según los datos recogidos en marzo de este año), el fallecimiento de una persona cercana (42,5%), un problema de amistad (16,5%) o ruptura sentimental (8%), lesión, agresión o enfermedad propia (11,5%), pérdida de empleo (14,4%),  crisis económica (9,3%) y despido (6,5%). En este sentido, colectivos como Orgullo Loco Madrid recordaban recientemente que la salud mental debe ser una prioridad política​ “porque las consecuencias de las condiciones materiales, producto de un sistema capitalista, se patologizan, y así se medica el estrés laboral en vez de mejorar las condiciones de trabajo”.

Sobre la evolución de la salud mental, los investigadores advierten que, “a pesar de la disminución de los efectos psicológicos con la superación de la crisis inicial y relajación de las medidas de confinamiento en junio de 2020”, la población continúa sufriendo un desgaste psicológico y “estamos lejos aún de una recuperación psicológica total”.

Para paliar esta situación, los autores del estudio apuestan, entre otras medidas, por la necesidad de “aumentar la detección de problemas de salud mental en la población general desde atención primaria y su posterior intervención, aumentado los recursos públicos de atención a la salud mental” y tomar medidas para contrarrestar la discriminación que pueden sufrir algunos grupos vulnerables.

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