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La economía social es la vacuna contra la despoblación (03/06/2021).

Según el INE, desde 1975 hasta hoy, la población española ha aumentado alrededor de un 36%. Sin embargo, este aumento se ha producido de forma muy desigual, fruto de un modelo centralista enfocado en los sectores secundario y terciario que ha dejado en los márgenes, abandonadas, las zonas agrícolas que sostienen gran parte del sector primario. Entre 2017 y 2018, veintiséis provincias perdieron población. Las más afectadas: Zamora, Ávila, León y Cáceres.

Pero la llamada España Vacía no solo es producto de un modelo desarrollista torpe, que se ha movido a tirones e impulsos, concentrando el mercado laboral en las grandes ciudades y en las costas, sino también del olvido institucional. Esta combinación ha desembocado a la postre en un escenario que preocupa a los poderes económicos. Las consecuencias de una España vaciada repercuten sobre la economía del país.

De acuerdo con el Banco de España, en su estudio La distribución espacial de la población en España y sus implicaciones económicas, «la incidencia de municipios en riesgo de despoblación en España se sitúa muy por encima de la del conjunto de la eurozona». El 42% de los municipios de España podrían desaparecer. Una suerte de epidemia sobre la que ciudadanía e instituciones comienzan a concienciarse. 

Tanto es así que en 2018 se creó el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico. Entre los planes de este organismo está el de poner en marcha una red de centros de innovación situados en áreas rurales y estimular el emprendimiento local y la digitalización mediante ayudas públicas y colaboración público-privada. Como medidas concretas, destacan la instalación de puntos de recarga para vehículos eléctricos, la formación de jóvenes agricultores y ganaderos y la extensión de la red de banda ancha hasta alcanzar el 100% del territorio.

Iniciativas contra la despoblación

Se trata de impulsar proyectos que a su vez terminen generando más actividad económica a su alrededor. Ideas concentradas en el plan ‘Pueblos con futuro’. Una estrategia para la cohesión y transformación del país que ha saltado a la opinión pública tras la polémica generada por el discurso de la escritora Ana Iris Simón durante la presentación del mismo. 

No obstante, los planes para salvar al mundo rural no solo provienen de las grandes instituciones. Son muchas las iniciativas privadas y locales que se han puesto en práctica hasta la fecha. Veamos algunos ejemplos.

Plan Repuebla: es una plataforma de contacto y colaboración con ayuntamientos de localidades de zonas despobladas que genera un banco de viviendas y subvenciones. De tal manera que se pueda regentar un bar por un precio testimonial o que los autónomos disfruten de tarifa plana.

Pueblos Smart: son poblaciones que buscan resucitar a través de la inversión en nuevas tecnologías e innovación. La localidad extremeña de Valverde de Burguillos, por ejemplo, funciona como laboratorio experimental y académico donde alumnos de distintas áreas de la Universidad de Sevilla desarrollan sus trabajos prácticos.

Otras iniciativas singulares: en Rubiá (Ourense) se ofrecían 150 euros al mes para quienes quisieran vivir allí. En Algar de Palancia (Valencia) se entregaban 750 euros por hijo nacido para quien llevara dos años empadronado. En Arganza (León) se marcaron como objetivo no cerrar el colegio concediendo vivienda gratuita a familias con dos o más hijos.

Un plan integral basado en la economía social

Son ideas que suponen un aliciente para muchos ciudadanos que quieren escapar del ruido y el estrés de las grandes ciudades. Sobre todo, si tenemos en cuenta que en el actual marco pandémico la sociedad ha comenzado a valorar los beneficios de una vida rural; una vida más natural, menos contaminante, una vida sin prisas, donde criar a los hijos no sea una carrera de obstáculos. 

Pero después de los incentivos, las ayudas y las subvenciones, ¿qué? ¿Cómo subsistir, competir y seguir caminando solos? ¿Cómo generar empleo y mantener exponencialmente el crecimiento poblacional a falta de un tejido económico sólido? En el mundo de hoy, hijo del Consenso de Washington, la economía tiende a basarse en el hinchamiento de sectores concretos, que se explotan creando una economía rápida y cortoplacista, pero ¿esto es aplicable a los pueblos semivacíos de España? 

A mi entender, la repoblación y el reequilibrio demográfico requieren un plan integral basado en una economía modesta, pero suficientemente sostenible. En este sentido, el País Vasco, una de las regiones más prósperas del país, es un ejemplo en lo que a economía social se refiere. Euskadi ha sido, desde los años cincuenta del pasado siglo, un modelo cooperativo de éxito.

Actualmente, el País Vasco cuenta con más de 1.200 cooperativas que, a pesar de la sonada caída de Fagor, han demostrado ser un sistema resistente a los vaivenes de las finanzas y de la historia. Empresas como Orbea, Hojiblanca o Irizar evidencian que las cooperativas pueden competir con las grandes sociedades limitadas y anónimas desde las zonas rurales.

La experiencia de Orexa

Orexa, el pueblo más pequeño de Guipúzcoa, con 123 habitantes censados, se mantiene vivo y activo gracias a la economía social en la que participan. De la que, además, se benefician casi todos los habitantes de la localidad. En 2007, el Ayuntamiento habilitó un bloque de doce viviendas y facilitó ayudas para quienes quisieran reformar los caseríos y convertirlos en casas particulares. El pueblo ganó 80 habitantes con esta iniciativa.

En 2014, el Consistorio puso en marcha el proyecto ‘Orexa bizirik’. Así, el Pleno del Ayuntamiento pasó a estar integrado por un notable número de vecinos (al menos uno por cada casa), de forma que la participación ciudadana fuera integral en su plan de implementación de nuevas tecnologías y energías renovables. De este modo, Orexa fue uno de los primeros pueblos de Guipúzcoa en instalar fibra óptica.

En 2018, los vecinos convirtieron el bar en un establecimiento cooperativo donde vender sus productos y donde centralizar los servicios de ocio y hostelería. A día de hoy, su objetivo es seguir aumentando su población en un porcentaje de un 10% cada dos años.

La economía social se presenta pues como un modelo sólido para evitar la despoblación y permitir que ciertas zonas renazcan por medio de un modo de vida sencillo y sostenible. Lo cual no resulta óbice para que otras empresas prosperen o se mantengan estables. Tampoco para que se puedan poner en práctica otros modelos de emprendimiento. El cooperativismo no solo no está en crisis en este mundo global, sino que representa un seguro donde anclar la economía; un modelo alternativo aún infravalorado. Tal vez uno de los pocos motivos de esperanza para zonas en desarrollo.

Enlace relacionado LaMarea.com (02/06/2021).

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