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La OMS acepta sus errores pero suplica más dinero para evitar una próxima pandemia destructiva (03/06/2021).

Este lunes 31 de mayo terminó la 74º edición de la Asamblea Mundial de la Salud, el máximo órgano de decisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS), con la participación de todos los países miembro. Con el mundo desarrollado rozando el final de la crisis sanitaria desatada por el covid-19 y los países con ingresos bajos y medios viéndolo aún lejano, la cumbre despertaba especial interés: no solo por cómo propone el organismo reducir esta brecha, también por cómo proponían afrontar la próxima pandemia. Cuando las reuniones se producen a tan alto nivel y el consenso es tan necesario, las palabras vacías y las generalidades son comunes. Hay que traducir la diplomacia a la realidad: hace falta más dinero para la OMS, más autonomía para que pueda responder rápido ante una posible amenaza y un coto severo a los caldos de cultivo de virus peligrosos, las instalaciones de ganadería intensiva.

La asamblea ha puesto los primeros ladrillos para que estas tres peticiones se conviertan en realidad. Pero, como aseguró su secretario general en el discurso de clausura, Tedros Adhanom Ghebreyesus, falta mucho para ver avances tangibles. Y no nos podemos permitir la procrastinación. "En los próximos meses y años, otras crisis reclamarán nuestra atención y nos distraerán de la urgencia de actuar ahora. Si cometemos ese error, corremos el riesgo de perpetuar el mismo ciclo de pánico y negligencia que nos ha llevado hasta este punto". 

Pánico y negligencia. El documento aprobado por la asamblea, con el título Reforzando la preparación de la OMS para la respuesta a las emergencias sanitarias, reconoce que algunas de esas negligencias fueron de la propia OMS. Otras, derivadas unas capacidades que consideran escasas por la falta de apoyo. Y otras, de los Estados miembros y de unos sistemas nacionales de Salud Pública cuyos profesionales nunca fueron escuchados al advertir que venía el lobo. Para empezar, pone el foco en una de las actuaciones más criticadas: la falta de decisión en aquel febrero de 2020 para limitar los vuelos internacionales, llegando a acusar de discriminación a los países que decidían vetar los vuelos. El documento apunta a la necesaria reforma de uno de los pilares legales de la Salud Pública global: el Reglamento Sanitario Internacional, de 2005.

Los expertos independientes que presentaron a mediados de mayo sus conclusiones sobre cómo podría haberse atenuado la crisis sanitaria del coronavirus apuntan directamente a este reglamento como responsable de la falta de contundencia. "Sirve para restringir en lugar de facilitar una acción rápida". Efectivamente, el documento exige una serie de gestiones previas a la restricción de viajes para identificar la posible gravedad de la alerta. La resolución aprobada en la Asamblea Mundial de la Salud no es tan claro, pero sí llama a una modificación para poder liberarse de la burocracia. Salvaguardando, eso sí, la economía. Considera que es necesario "elaborar un informe sobre las opciones, implicaciones, beneficios, posibles consecuencias y riesgos potenciales de desvincular los viajes de las restricciones comerciales durante emergencias de salud pública (...) con el objetivo de maximizar la efectividad de las medidas de salud pública mientras se minimizan sus impactos económicos". 

En segundo lugar, la resolución, el secretario general de la organización, los expertos e, incluso, los países ricos piden más dinero para la OMS. No solo para contar con una nutrida plantilla de profesionales que puedan atender como se merece a cualquier atención sanitaria, también para funcionar como mecanismo de transferencia de recursos entre el mundo desarrollado y el resto. Tedros Adhanom Ghebreyesus no se anduvo con rodeos, como suele acostumbrar. "A lo largo de esta Asamblea Mundial de la Salud, muchos Estados miembros han hablado de su confianza en los expertos de la OMS a todos los niveles para recibir orientación técnica. Nuestro personal lo aprecia mucho. Sin embargo, la realidad de nuestro modelo de financiación es que muchos de estos colegas expertos tienen contratos a corto plazo (...) Todo esto tiene que ser financiado. No podemos pagar a la gente con alabanzas. Y la OMS no puede fortalecerse sin una financiación sostenible". 

La Asamblea Mundial de la Salud ha aprobado la creación de un comité que estudiará cómo se puede llevar a cabo esta "financiación sostenible", y se espera que sus propuestas de cambio sean aprobadas antes de la próxima convocatoria. Aún no hay cifras sobre la mesa, pero sí propuestas. El mismo grupo de expertos que habló en mayo de un "febrero perdido" en la respuesta al covid propuso números para esos nuevos presupuestos: entre 5.000 y 10.000 millones de dólares cada año y la capacidad de movilizar entre 50.000 y 100.000 millones a corto plazo en caso de nueva pandemia. 

Podría pensarse que los países ricos son reticentes a poner más dinero. Pero, en principio, están a favor. En la Declaración de Roma, aprobada la semana pasada en la última cumbre del G20, se comprometieron a "apoyar y mejorar la arquitectura sanitaria multilateral existente para la preparación, la prevención, la detección y la respuesta con una OMS eficaz, financiada de forma adecuada y sostenible". Habrá que leer la letra pequeña durante los próximos meses de negociación.

El profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública José Martínez Olmos defiende una OMS poderosa, no solo en lo económico, también en su gobernanza: independiente de Gobiernos y de filántropos (la Fundación Bill & Melinda Gates, con su peculiar manera de entender la salud global, es la segunda mayor donante). "Con el tema de la financiación, la OMS puede acaparar material de reserva y puede acudir en ayuda con mejor resultado de lo que ha podido hacer hasta ahora. Al principio, nos faltaban mascarillas, guantes, respiradores... una reserva estratégica puede ayudar a que el impacto inicial pueda ser minimizado. En eso se ha avanzado en Europa y en varios países desarrollados, pero no es suficiente". Aplaude la reforma del Reglamento Sanitario Internacional para dar al organismo más capacidad de respuesta rápida. "Se necesita que la OMS pueda tener más autonomía. Que sus decisiones y consejos puedan tener más poder ejecutivo. ¿Pero los países más importantes están dispuestos a ceder su soberanía?", se pregunta. 

Por su parte, el investigador en Salud Global Adrián Alonso señala que "la capacidad normativa de la OMS es bastante limitada. La OMS hace lo que los Estados miembro quieren que haga". Por lo tanto, no basta con el dinero, aunque reconoce que una buena financiación podría mejorar la independencia y la capacidad de acción –sobre todo si se aumenta la cuota obligatoria de cada país y tienen menos peso las contribuciones de donantes, que pueden marcar las políticas del organismo–. "Si los Estados miembro son reticentes a la hora de notificar brotes de enfermedades epidémicas, o son reticentes a compartir vacunas porque sus electores no lo apoyarían, es muy difícil que la OMS haga mucho más de lo que ha hecho".

Una posible clave sería potenciar los tratados, "las únicas herramientas de carácter vinculante". Solo se ha aprobado uno, relativo al tabaco y tras años de discusión, ¿por qué no uno de pandemias? "Desarrollar un tratado de pandemias que incluya aspectos como el incremento de las transferencias tecnológicas a países de ingresos medios y bajos, que incluya mayor transparencia a la hora de compartir vacunas, muestras biológicas, información científica, que financie la I+D para vacunas, diagnósticos y terapias para enfermedades con potencial epidémico, etc., tiene muchos aspectos sensibles para los gobiernos y en la gobernanza de la salud global se nota cierta politización que puede plantear problemas en la elaboración de tratados ambiciosos, por lo que habrá que ver cómo avanzan las negociaciones". Es la opción defendida en su discurso de clausura por Tedros Adhanom Ghebreyesus.

'Una salud', ¿pero cómo?

Desde hace años, los epidemiólogos y especialistas de Salud Pública defienden un enfoque llamado One Health, que propone tratar como parte de un mismo sistema, permanentemente interconectado, la salud de las personas, los entornos naturales, la flora y la fauna. Se hace eco de esta reclamación tanto la Declaración de Roma, del G20, como la resolución aprobada por la Asamblea Mundial de la Salud. Pero... ¿qué tiene que ver con una próxima pandemia? La evidencia es clara: hay muchas papeletas de que la próxima pandemia la protagonice un virus de la gripe aviar o porcina. Una zoonosis: una enfermedad originada en animales que, tras la mutación del patógeno, se vuelve capaz de propagarse entre personas. El consumo de carne, al alza en todo el mundo, y el consecuente crecimiento de la ganadería intensiva, lo hacen cada vez más probable. 

"Entre el 60 y el 65% de agentes que causan enfermedades infecciosas provienen de animales, y ese porcentaje ha crecido en los últimos años", explicaba para este artículo el epidemiólogo del Hospital de Asturias Pedro Arcos. ¿Por qué ha crecido? Porque la ganadería industrial no tiene techo. Cada vez se deforestan más hectáreas de bosque para cultivar alimentos que darle de comer a las cabezas de ganado, lo que estrecha la separación entre especies salvajes portadoras de virus y los humanos. Y la tradicional ganadería extensiva, así como las pequeñas explotaciones familiares, han sido sustituidas en buena parte del globo por macrogranjas donde se hacinan, en condiciones cuestionables de bienestar animal, cerdos, vacas y pollos. El escenario perfecto para la mutación del virus. Cada vez que el microorganismo entra en un ser vivo, puede adaptar su estructura genética para sobrevivir, y la aparición de una modificación fatal, que la haga transmisible entre personas, es más probable cuando tiene a su disposición tantos cuerpos entre los que ir saltando. 

"La Unión Europea es muy estricta, pero hay zonas que no tienen tantos mecanismos regulatorios. Y al final, puedes tener a tu alcance productos seguros y productos menos seguros". La globalización es lo que tiene, cuenta el biólogo evolutivo y filogeógrafo de Salud Pública estadounidense Rob Wallace en su libro Grandes granjas, grandes gripes. Olmos está de acuerdo: "En Europa, en Estados Unidos o en Canadá es difícil que se produzca una zoonosis. Las que se van conociendo no tienen origen en los países desarrollados. Esta debería ser la prioridad, más apoyo económico y técnico" para evitar que, en países como China, la falta de regulación abra la puerta a otra crisis sanitaria. "Le toca el trabajo a una OMS que tiene que estar más reforzada". 

En las últimas semanas, dos virus de gripe aviar han despertado las alarmas. uno es el H5N8, que circula desde 2014 entre las aves y que el 20 de febrero saltó a los humanos en Rusia. Otro salto a las personas se ha identificado este mismo martes: en esta ocasión, el del virus H10N3, que se ha encontrado en un hombre de 41 años de la provincia china de Jiangsu. Los virólogos llaman a la calma: el verdadero peligro para los humanos estaría en una mutación que permitiera el contagio entre humanos. Y, además, para provocar una crisis sanitaria debe tener la capacidad de provocar una enfermedad grave y de transmitirse aun sin síntomas. Por ahora no ha pasado. Pero eso no implica que pueda pasar. Cada gran granja sin medidas de bioseguridad es una papeleta en una lotería terrible. 

Ojo: esto aún no ha acabado

Tanto los países del G20 como la asamblea de la OMS insisten en que la pandemia ni ha acabado ni está cerca de acabar aún en el mundo. "Nos alienta mucho que los casos y las muertes sigan disminuyendo en todo el mundo, pero sería un error monumental que cualquier país pensara que el peligro ha pasado", aseguró el secretario general de la OMS, firme defensor de la exención de patentes para alcanzar una vacunación equitativa. Pero los países ricos y la resolución de la asamblea, impulsada entre otros por Unión Europea pero sin la participación en primera instancia de India y Sudáfrica, evitan abrir la puerta a esta opción. Insisten en aumentar las contribuciones al fondo Covax y en la transferencia voluntaria de tecnología, aunque el fondo tenga difícil por el momento cumplir con sus objetivos y dicha transferencia haya sido, hasta el momento, residual. 

Los expertos internacionales que elaboraron su informe paralelo al de la OMS a mediados de mayo proponen una solución alternativa: en caso de que se desate una nueva pandemia, las farmacéuticas tendrán unos meses para compartir voluntariamente su receta con laboratorios de países de ingresos bajos y medios. Si no lo hacen, deberán ceder la patente.

Enlace relacionado InfoLibre.es (02/06/2021).

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