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Se está intentando desincentivar el consumo eléctrico en los tramos máximos de una manera salvaje y equivocada (15/06/2021)

Antonio Turiel (León, 1970), Doctor en Física Teórica y licenciado en Matemáticas, también es Investigador Científico en el Institut de Ciències del Mar del CSIC y autor del ensayo Petrocalipsis (Alfabeto, 2020), que está recibiendo muy buenas críticas. Recientemente asesoró al Senado sobre transición energética en el debate de la Ley de Cambio Climático. Su blog The Oil Crash es una referencia que cuenta con más de 13 millones de visitas. Charlamos con él sobre clima, energía, el precio de la luz o la escasez de algunos recursos clave.

En la crisis de 2008 la caída en la producción de petróleo fue mucho menor que la que se prevé –según la propia Agencia Internacional de la Energía (AIE)– para este próximo lustro. ¿Espera una dinámica de precios alcistas, en la denominada espiral de la energía?

Por desgracia, sí. Hay muchos analistas que ya están pronosticando precios cercanos a los 100 dólares por barril para, como muy tarde, principios del año que viene. Hay muchos factores como para arriesgarse a predecir con seguridad, pero la inversión en la búsqueda de nuevos yacimientos nos indica que vamos a una sucesión de picos de precios. Y claro, cada vez que se produzca una bajada de precios posterior no va a ser porque se hayan puesto yacimientos nuevos en funcionamiento –se tarda de cinco a diez años–, sino por la destrucción de demanda ocasionada por el ciclo previo de precios altos. Hay ciertos sectores, empresas, que no pueden resistir precios tan elevados y que quiebran. Este es el escenario de referencia para los próximos años. Y está en línea con lo que anunciaba la propia AIE en su informe de 2018.

En su comparecencia en el Senado dijo que no hay tiempo para la transición energética: ¿Qué saca de la experiencia? Por cierto, aquel día fue trending topic en Twitter. Un científico que interviene en el Senado. Como diría aquel, no es cosa menor.

Mi impresión es que había dos perfiles: una parte que ya estaba bastante enterada y sus preguntas eran elaboradas. Para otros, la reacción fue de sorpresa. Los datos son muy contundentes. Les avisé de que podríamos ver disrupciones en toda la complejidad de la cadena productiva, y esto, desgraciadamente, ya está empezando a manifestarse en la escasez de ciertos materiales. 

La recepción en general fue buena. Escucharon a alguien de la academia y no de un poder económico o lobby –y que por tanto tiene cierto interés a veces en ocultar los problemas. Varios senadores me comunicaron que les había parecido muy interesante y me agradecieron la visión que compartí.

La transición energética es un problema enorme. Tiene una emergencia semejante a la climática, pero se habla menos. Es innegable que nuestras instancias políticas no están preparadas para una respuesta rápida ante problemas graves.

¿Qué opina de lo que está pasando con la factura de la luz?

Es un tema interesante, se juntan toda una serie de aparentes contradicciones: tenemos 108 GW de potencia instalada –más que de sobra–, el consumo de electricidad está cayendo en España desde 2008, y la electricidad es solo la quinta parte de la energía final que se consume. Entonces, parece contradictorio pensar que en un país donde la demanda está cayendo, y que está sobreabastecido eléctricamente, se tenga que encarecer aún más el recibo de la luz. La razón de fondo, que no se explica bien, es que estamos proyectando un amplísimo despliegue de nuevos sistemas de generación renovable y, para ello, es necesario que haya una adecuación de la demanda a la oferta. ¿Qué quiere decir esto? Si tenemos un sistema en el que integramos más fuentes de energía renovables, lo que nos interesa es que haya más consumo cuando estas fuentes pueden producir más, y menos consumo cuando estas fuentes no dan para los picos de consumo. Lo que se está intentando es que la curva de consumo sea más plana. La conocida como curva del pato. Aplanar también esta curva. 

Lo ideal es que el consumo fuera siempre constante. Por eso, se está intentando desincentivar el consumo en los tramos máximos, vía subida de precios –en mi opinión equivocadamente–. Se pretende gestionar a través de los precios de una manera salvaje. Además, el IVA de la electricidad es de los más altos de Europa. En la práctica, este cambio en la factura se va traducir en un aumento de la pobreza energética. Y esto, lógicamente, ha generado mucha controversia, porque la gente percibe que es un ataque.

Un problema que tenemos es que difícilmente puedes pedir a quienes apenas llegan a fin de mes que se preocupen por “el fin de un mundo”. Esto puede provocar que soluciones aparentemente “verdes” sean percibidas como parte del problema por una parte de la sociedad. El caso de los ‘chalecos amarillos’ en Francia lo ejemplifica muy bien, si no hay justicia social y redistribución… 

Claro, la emergencia climática es un problema gravísimo, y no puede ser que los “sacrificios” sean impuestos de una manera muy desigual. Las capas menos beneficiadas son las que, proporcionalmente, soportan más carga. Se podrían buscar otros modelos –de hecho los hay–, pero no se habla de ellos. Existen otras formas de aprovechamiento de la energía renovable, y también modelos más redistributivos y menos injustos. Además, lo que se está planteando no va a ser suficiente para hacer frente al problema de la escasez energética. Y no es que la emergencia climática no venga también. Viene. 

Algo curioso de la psique humana es que tendemos a pensar que los problemas vendrán de uno en uno, como en las películas, en las que uno de “los malos” pelea con el protagonista mientras los demás miran, esperando su turno con paciencia. Y esto no es así, en ocasiones todos vienen a la vez, al mismo tiempo. La emergencia climática, la crisis energética, la pérdida de biodiversidad, la escasez y la contaminación de agua, la degradación de los suelos. Y el responsable es el modelo económico absurdo, que no puede sino proponer una transición también inviable en la práctica, para empezar, por la enorme ineficiencia que tiene. No hay un potencial renovable infinito, y también tenemos limitaciones de materiales. La complejidad de este modelo garantiza que fracasará. 

Están intentando usar la energía renovable como si fuera energía fósil y no lo es. No tiene las mismas características. Sí que necesitamos hacer una transición, sí que necesitamos ir hacia un modelo basado en renovables, pero no era este, centralizado e ineficiente. Cuando intentemos dar marcha atrás igual ya es tarde.

En esa línea de redistribución, y de manera tímida, llega del G-7 el acuerdo del impuesto mínimo global del 15% para evitar que las grandes empresas evadan en los paraísos fiscales. ¿Un buen paso que no deja de ser un parche?

Exacto, es un parche. Los poderes económicos son conscientes de que estamos yendo a una serie de disfuncionalidades sistémicas que pueden ser terminales, fatales, es decir, podemos colapsar. Y esto hay que decirlo, aunque todavía no estemos ahí.

Están intentando hacer algunas compensaciones, porque ven que esto se va a desequilibrar de tal manera que se puede ir al garete. El problema de fondo tiene que ver con cuestiones físicas y de ingeniería, que no suele ser el perfil de nuestros gestores ni de los poderes económicos – los que toman las decisiones suelen ser economistas-, en los que no abunda una mentalidad holística de ver las relaciones entre los distintos problemas. Es un problema estructural del capitalismo. 

En estos meses convulsos estamos viendo ruptura de stocks y aumento de precios; plásticos, chips, cobre. Se quiere achacar en gran parte al parón por la pandemia, ¿en su opinión hay más detrás?

Se está diciendo que por culpa de la pandemia se han interrumpido cadenas de suministro, que en parte es cierto, pero el problema estructural es la escasez, sobre todo de diésel. La producción de diésel comienza a bajar en una tendencia que irá en aumento y que se suma al problema de que el petróleo de mayor calidad, el convencional, está en proceso de declive desde 2005. Esto afecta, por ejemplo, a la producción de ciertos plásticos, y el plástico interactúa de diversas maneras con otros elementos. Hay muchos materiales que necesitan ciertos tipos de plástico para su elaboración. 

Toda la cadena de retroalimentaciones en el sistema global tiene una complejidad tan desmesurada, que ahora mismo es completamente imposible saber dónde acabará afectando una de estas fallas de una parte de la cadena a otros procesos, en otra parte distinta de la misma.

El aleteo de la mariposa, pero en versión sistémica por el exceso de complejidad.     

Efectivamente. Esto es propio de los sistemas complejos: engendran caos. La falta de A afecta a B, pero la B afecta a la C y a la D y así se genera un peligroso efecto cascada. Por las inercias, esto es una espiral que irá haciéndose más grande.

Y si se hicieran las transiciones previstas a nivel global también faltaría litio, cobalto, neodimio. ¿Hemos chocado contra los límites de las economías de escala, de la globalización, tan dependientes de la energía barata?

El choque contra los límites de las economías de escala se ha manifestado ya en varios puntos clave. Uno es el tema de la fabricación de microchips; para abaratar los chips de más alta generación se ha concentrado muchísimo su producción en solo dos fábricas. Y volvemos a la complejidad: en Taiwán hay menos agua, porque, por culpa del caos climático, ahora falta agua, y eso afecta a la fabricación, hasta el punto que el gobierno de Taiwán tuvo que decir que se dedicase el agua a la fabricación de microchips, y no a la agricultura. Una de las primeras visitas de Joe Biden ha sido precisamente a Taiwan, donde les ha dicho que sigan fabricando microchips, que ya les enviarán alimentos y agua. Este es un ejemplo pero hay otros muchos.

La AIE publicó recientemente un informe sobre los minerales y materiales críticos que, aunque trata de restar importancia al problema –como es habitual–, recomienda a los gobiernos que acaparen, lo cual no tranquiliza mucho. A la vez que reconoce que habría que multiplicar la producción de litio por 42, de cobalto por 21…

¿Qué le diría a aquellos que, como Mark Jacobson, creen que se puede sostener un “crecimiento verde” gracias a los sistemas de captación de energía renovable?  

Si los sistemas de captación de energía renovable fuesen tan rentables como se quiere hacer creer, el capitalismo los habría adoptado hace muchos años. Entre otras cosas, porque los países consumidores suelen ser los más poderosos. China, por ejemplo, ha hecho un despliegue impresionante –lo cual ha abaratado los precios de los paneles–, sin embargo, no olvidemos que los paneles chinos se cocinan con carbón, principalmente. Dos tercios de la energía China dependen del carbón.

Lo de Jacobson es un poco triste; es un profesor de Stanford que, para empezar, tiene una empresa relacionada con el sector…el conflicto de intereses es evidente. Publicó su estudio en 2015 y, cuando le empezaron a llover críticas, demandó al autor principal de una de ellas y a la propia Academia Nacional de Ciencias por 10 millones de dólares. 

[Al final le ha tocado pagar las costas a él – 600.000 dólares–, y retirar la demanda]

Reticencia científica, ya le pasó a James Hansen, climatólogo de la NASA. Hay miedo a decir según qué cosas y perder reputación, o ser visto como el “tóxico” o el pesimista. 

Claro, las consecuencias existen. A mí, a veces me reprochan: “Tú trabajas en oceanografía, dedícate a eso”. Yo respondo que mi formación me permite hablar con propiedad, a diferencia de muchos políticos y economistas. Lo curioso es que tenemos un Organismo Público de Investigación dedicado a estas cuestiones, pero en el Ciemat nadie osa abrir la boca. Y yo creo que va siendo hora de decirlo. Allí hay grandes especialistas, y oye, sus análisis no tienen que coincidir con los míos, pero lo curioso es que no hablan. Si es un problema de autocensura o de censura real, esto yo no lo puedo saber. 

Ha habido recientes declaraciones del lobby empresarial catalán alertando contra la “apología del decrecimiento” ¿Tienen miedo? Al menos ya no se ignora el debate y han pasado al ataque.

Me hace mucha gracia la elección de las palabras, que no es casual. Se intenta hacer un correlato con la apología del terrorismo. Igual el que hizo las declaraciones no sabe que apología significa en defensa de. 

Por supuesto que hacemos apología del decrecimiento, pero no por capricho. Somos conscientes de lo que implica. Lo que sucede es que la otra idea –es decir, seguir creciendo, mantener el sistema extractivista, cuando todo indica que estamos chocando contra todo tipo de límites biofísicos muy peligrosos– es una idea directamente suicida.

Y, además, en qué contexto se hace esa declaración: el acto para promover una ampliación del Aeropuerto de Barcelona-El Prat. Ampliar un aeropuerto, para que vengan más aviones, para que se consuma más combustible, y se generen más emisiones. No sé quién estaba allí, exactamente, pero seguro que más de uno de los que estaban allí se atreverá a aparecer en actos contra el cambio climático.

El decrecimiento es inevitable. Lo único que podemos escoger es cómo, pero vamos a decrecer, por las buenas o por las malas. El modelo que esta gente defiende no es viable, nos puede llevar a una caída desordenada o, incluso, a un colapso. Lo que nosotros estamos diciendo es muy claro, planifiquemos el inevitable descenso.

Enlace relacionado Ctxt.es (13/06/2021)

 

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