Nosotros solos (23/09/2021).

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Europa se queda sola. Lo que no es una buena noticia en un continente que llegó a fabricar jabón con sus ciudadanos. Un continente cada día con más nacionalismos, que vienen a sustituir el vértigo de lo que no se produce: políticas de Bienestar

1- El mundo se ve por sus mapas. Para ello debes mirar los mapas con la intensidad con la que –tengo entendido– un estudiante universitario, que se ha tomado una anfeta para estudiar, lee una bombilla durante toda una noche, y no el libro que tenía que estudiar. Los mapas son luces. Bombillas fascinantes. Y que, al contrario que una bombilla Osram, explican cosas.

2- El mundo ha cambiado en la última semana. Tiene un mapa. Nuevo. Intenso. Bombillero. USA ha dejado de ser una potencia mundial. Afganistán –su retirada comunicada a los aliados USA en el último momento, como se comunican las cosas a quien ya no tienes en la cabeza– es la metáfora, la prueba de que Trump era Trump, pero también, en algunos tramos, la época. Concretamente, el fin de una época, la vita nuova. Hasta que algún suceso diga lo contrario, USA no ha vuelto al punto del que se fue con Trump. Mantiene autoridad mundial, pero es y quiere ser una potencia regional. La región en la que USA es potencia es el Pacífico. El Pacífico es el punto del mundo con más potencias regionales y más rollizas. Es el mundo. Su zona de fricción. La bombilla. Si bien deslumbrante, es difícil interpretar una bombilla, por más que te pases una noche mirándola.

3- La alianza militar –militar; ojo; eso lo cambia todo en la bombilla– USA-UK-Australia está por interpretar. No se interpretará hasta que se verbalice. Lo militar, en ese sentido, es un lenguaje, simbólico, como todos los lenguajes, pero sin palabras, y con submarinos nucleares, por ejemplo. No se sabe aún si la función de esa alianza militar consiste en garantizar el paso comercial en la región. O en impedirlo. O en explicar al mundo –China, Rusia, UE– que hay una bombilla nueva. O en explicar a China que una guerra comercial es la prima hermana de una guerra. Una guerra comercial salvaje entre Alemania, UK y Francia fue el prólogo de la I Guerra Mundial. Una guerra mundial es también, por otra parte, snif, comercio internacional. Keynes –otro snif– solo se experimentó a escala 1:1 en la economía de guerra USA durante la II GM La guerra, sin submarinos nucleares –esto es, sin lenguaje; incomprensible; críptica; pura gimnasia– se está desarrollando, por otra parte, de lo lindo. En Internet. Cada mañana USA, China y Rusia se atacan. Con los teclados. Cuando la jornada laboral acaba, acostumbra a haber ganado Oriente. A la UE le dan menos para el pelo. Lo que indica que no pinta mucho. No es una bombilla.

4- No se sabe el abanico de posibilidades ni de situaciones que nacen con la bombilla USA-UK-Australia. Y no se sabe en tanto que las situaciones en su área son latentes. Lo latente, lo no palpitante, es incomprensible sin un dato importantísimo, que nunca se cita para evitar que acuda a la cita: el fin, próximo, fatal, de los combustibles fósiles –no se pierdan, en ese sentido Petrocalipsis, de Antonio Turiel; va por su 5ª edición, lo que indica que no se lo están perdiendo–. La bombilla no nace, por otra parte, para proteger zonas petroleras –Mediterráneo, Índico–. Protege ya otra cosa. Algo del siglo XXI que no es ya petróleo. Puede que tampoco sea comercio. Lo latente habla incluso de una disminución llamativa del comercio internacional marítimo. No está pasando. Pasará. Hay indicios. La covid, ese parón, supone, aún hoy, que el 40% de las empresas UE y USA estén desabastecidas de componentes, que vienen, o tendrían que venir, de Oriente. La covid es, pues, un indicio de la época. La época: los países del G-7 ganarían 230.000 millones anuales si, simplemente, des-deslocalizaran su producción y se reindustrializaran. El mayor beneficio, tanto en dinero como en puestos de trabajo, estaría en USA y Alemania. 

5- La bombilla nueva, en todo caso, excluye de sí misma a la UE. Países con intereses –todos–, o con territorios –algunos– en el Pacífico no están ni se les espera. No se espera ni a Francia, que tiene de todo eso y, además, arsenal nuclear. Lo que ilumina la bombilla. USA-UK-Austraetc son Estados. La UE no lo es. USA quiere Estados –esas cosas que se mueven con rapidez y a golpe de pito– porque, precisamente, USA está reconstruyendo un Estado. Quiere ser Estado y no potencia. A los Demócratas les va la vida en ello. En reconstruir la clase media, esa cosa que, desde el 45 y hasta los 70, fue el sostén del Estado. El Estado, en fin, además de ser temido, precisa –o ha precisado desde el 45– ser querido, ser percibido como necesario o reparador. Lo más simbólico de la marginación de Francia, y de su enojo –nivel De Gaulle, cuando se le ninguneaba en las conferencias de la II GM por pequeños detalles, como no tener ni ejército ni territorio–, es que iba a vender submarinos a Australia. De combustible fósil, ese pequeño detalle. Francia, solventa à l'européenne –esto es, con cierta decadencia– algo más amplio. Una lectura antigua de lo que es una potencia regional. Una lectura antigua del mundo, sobrepasada por la nueva bombilla.

6- La OTAN se ha pactodevarsoviaciado. O está en ello. O no está claro que siga existiendo en su esplendor, tras el bombillazo. El Atlántico importa un higo. Europa se queda sola. Hay voces, en la Comisión Europea, para la creación urgente de un Ejército Europeo. El ejército de una potencia regional de segundo orden. Que se enfrente –o no, que no está claro– a Rusia cuando chulee a los Estados Bálticos. Que se pueda desplazar por esa macroregión de intereses, que llega a Oriente Medio y África. Y, con permiso de la bombilla, o a petición de ella, al Pacífico. Un ejército que, supongo, se enfrentaría al gran terror europeo. No es el fin de los combustibles fósiles. Es su contrario. Algo que no acabará nunca porque es la historia de Europa. La inmigración.

7- Europa se queda sola. Estamos en modo nosotros-solos. Lo que no es una buena noticia en un continente que llegó a fabricar jabón con sus ciudadanos. No lo es en un continente que en 2020 –esto es importante– se robó, entre Estados, material médico, o en el que se suspendió la única joya de la corona: la libre circulación de personas y/o mercancías. Un continente burocrático y opaco, en el que cuesta saber el precio de una vacuna. Y su beneficio. Un continente cada día con más nacionalismos, que vienen a sustituir el vértigo de lo que no se produce. Políticas de Bienestar. Estamos solos en un continente que cree que, al contrario de los USA post-republicanos, posee Estados. Es decir, Bienestar. Por lo que no es necesario reconstruir Estados. Ni construir Europa. Un continente en el que se entiende la riqueza y el territorio como varias capas de cebolla que protegen a Alemania, ese motor de cuyas pérdidas de aceite vivimos. Alejados de los USA, es más difícil que llegue a Europa lo que hace Biden –Bienestar, socialdemocracia–. Y es más sencillo que la Tercera Vía siga existiendo, impasible a la realidad. Por lo que es posible que no haya una lectura y utilización fresca, salvaje y cool de los Next Generation, emitidos y recibidos por una lógica extraña, que quiere recuperar la austeridad en un plazo mayor o menor. Sobre la realidad: en Europa hay norte y sur –y este, que come aparte; lo que pilla; y donde se está ensayando lo iliberal–. Hay zonas del sur en las que hace dos crisis que el Bienestar se suprimió, y en las que el eco, el residuo sólido del Bienestar –cierta sanidad, cierta educación ya no universal ni gratuita, cierto subsidio, muy localizado– es lo mínimo y con otra función diferente a la del Bienestar. Pura contención social.

8- El sur. Las bombillas en el trance de fundirse son también difíciles de leer. No por su luminosidad, sino por su penumbra. Este fin de semana hubo sendos botellones en BCN y MAD. En la noche/la penumbra. Ambos en sendas universidades. El de BCN tal vez permite explicar esas dos manifestaciones de lo mismo. Porque eran manifestaciones. Con botellas, esa cosa tan difícil de interpretar, como un submarino nuclear en Australia. En Cat, el 76,6% de la población joven termina la secundaria –bachillerato/FP–. No es una gran cifra.  Algunos, además, ni siquiera tienen la oportunidad de iniciar esos estudios –en Cat y CAM, esos dos modelos que son uno, este curso no ha habido plazas de FP para, respectivamente, unos 24.000 y unos 25.000 candidatos a estudiantes, que han dejado de serlo; sí, en ambas CC.AA. se han promovido medidas paliativas, que no han paliado la desmesura del desastre; el desastre es que el Bienestar, la ex-educación ex-universal, apuesta abiertamente por la privada–. Solo el 30,2% de la población joven cat accede a la universidad –en la CAM, más de 10 puntos más; Cat es la matrícula universitaria más cara del Estado–. Del 70% restante, que no estudia, sabemos poco. El 40% parece trabajar. En ocasiones. En un mercado precario. El 30% en edad universitaria ni trabaja ni estudia. En el botellón del campus universitario de la UAB hubo robos. Se asaltaron pisos universitarios. Fue un diálogo caótico norte-sur. El único posible cuando se considera a los Estados irreformables y depositarios de un Bienestar efectivo, no confirmado por las estadísticas. Un diálogo, por tanto, de una parte del 70% con una parte del 30%. Y que también consistió en el robo. El Bienestar como contención, si uno observa ese diálogo y sus posibilidades, no durará mucho. Cat –a la baja– y la CAM –a la altísima– son dos buenos intentos de prescindir de ese diálogo. El Gobierno central, subsector PSOE, es, a su vez, un buen intento de evitarlo de perfil. Ese perfil es una metáfora de la Europa embrutecida pero aún civilizada. Una metáfora de la Tercera Vía, esa brutalidad amable, innecesaria en Cat o Mad. Y en otros puntos de Europa.

9- Nueva bombilla. La vieja bombilla se funde por abajo. Por el sur. Y por los abajos del sur. Si lees en el nuevo mapa del mundo esa bombilla en el Pacífico, se lee la oscuridad en este otro punto.

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