Salud mental, esa deuda pendiente de la que ahora todos hablan (04/10/2021).

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“Si te los encuentras, no le cuentes a mis padres que empecé a ir al psicólogo porque no les gusta y me van a dar la chapa”, decía Miguel el año pasado. De 29 años, este joven madrileño buscaba salir de su crisis personal pero temía el mal trago con sus padres, criados en otra generación, en otro tiempo. Una brecha de tres décadas entre ambos, pero justo los años del gran salto modernizador en España. Y en uno de los asuntos que más se nota esa disrupción entre jóvenes y adultos más mayores es en el tópico de emociones, psicología y salud mental.

“Mi madre me gritó que deje de ir al psicólogo, que no cree en eso y que para qué pierdo el tiempo yendo”, relataba Galder, un alavés residente en Madrid de 36 años, quien estuvo al borde de la muerte por un covid gravísimo cuando aún no había ni vacuna ni tratamiento en marzo de 2020. Sus duras semanas en el hospital, más otras cuestiones personales lo llevaron a catapultar su trastorno obsesivo-compulsivo. El apoyo de sus padres es incondicional, lo sabe. Excepto cuando se trata de cómo encarar su salud psíquica.

Pasado ya lo peor de la pandemia y de la debacle económica derivada de ella, ha surgido con fuerza, y gracias a la ayuda de algunos pocos políticos y medios de comunicación que trataron el tema, el debate público sobre la salud mental en España y el rol de la sanidad pública para con ella.

El Centro Europeo de Monitoreo de Drogas informó en abril pasado que España tuvo su récord en 2020 de consumo de ansiolíticos

En 2021, antes del verano, Íñigo Errejón preguntó al presidente del Gobierno por la situación de la salud mental y la respuesta de Moncloa al respecto, en unos segundos del hemiciclo que se viralizaron por el insulto que le lanzó un diputado del PP, banalizando el asunto. El mes pasado, el diputado de EH Bildu, Iñaki Ruiz, volvió a preguntar —en este caso a la ministra de Sanidad, Carolina Darias—, por el mismo tema. “El sistema sanitario no está preparado para dar respuesta al incremento de los problemas de salud mental”, recalcó Ruiz aquel día.

Lamentablemente, los números le dan la razón. El Centro Europeo de Monitoreo de Drogas informó en abril pasado que España tuvo su récord en 2020 de consumo de ansiolíticos, algo que en el año de confinamiento y semiconfinamiento no sorprende. Pero el problema es que ya antes de ese año, la sociedad española lideraba, junto con la portuguesa y la croata, el podio europeo en consumo de ansiolíticos. De hecho, en el prepandémico 2017, el séptimo medicamento más vendido en todo el estado fue el lorazepam.

Una estrategia y una ley para el desierto

Ante este problema, Moncloa ha decidido impulsar tardíamente una nueva de estrategia de salud mental y Unidas Podemos Ha presentado un proyecto de ley al respecto, que logró la semana pasada un espaldarazo de 194 votos a favor para que se tramite y debata.

Pero esto requiere un contexto que ejemplifica la situación de la salud mental en la sanidad pública y el valor que le da el Estado. De todas las estrategias nacionales de salud, la única que no ha sido renovada (hay para cada nicho sanitario, como atención primaria, cuidados paliativos, etc) es la de salud mental. En tanto que, en cuanto a legislación, no existe ley de salud mental, la propuesta por la formación morada será eventualmente la primera en ser aprobada en toda la historia.

El socio minoritario del gobierno de coalición por su parte busca en su proposición de ley reforzar la atención pública, impulsar planes de prevención del suicidio y medidas contra la discriminación

Darias afirmó hace dos semanas que el Gobierno está trabajando “intensamente” para que en este período de sesiones quede terminada la Estrategia Nacional de Salud Mental y que en ella se dará prioridad a reducir el estigma, a mejorar la autonomía y a asegurar los derechos de los pacientes, “situando a las personas en el centro de la recuperación”, además de mejorar las capacidades del sistema para la “prevención, detección y atención” de los pacientes, junto a un programa para bajar la tasa de suicidios.

El socio minoritario del gobierno de coalición por su parte busca en su proposición de ley reforzar la atención pública, impulsar planes de prevención del suicidio y medidas contra la discriminación. Contó con el apoyo para que pase a trámite del PSOE (a regañadientes por temor a la superposición de las normativas), los soberanistas, Ciudadanos, Más País y la abstención del PP. El voto en contra fue de Vox y del PNV, en su caso por un tema competencial.

“Debemos hacer una apreciación general primero sobre lo que es una estrategia y una ley”, explica a El Salto el vicepresidente del Consejo General de la Psicología de España, el doctor Fernando Chacón Fuertes: “Una estrategia de salud es un documento que hace el Ministerio en colaboración con las comunidades autónomas sobre los objetivos a alcanzar en el período de cuatro años en una determinada área. Existen estrategias en todos los ámbitos de salud y debe ser aprobada por el Consejo Interterritorial de Salud. Se renuevan todas siempre y están todas renovadas menos la de salud mental. Hace dos años se intentó pero está pendiente”.

Chacón recuerda la respuesta de Sánchez a Errejón. “El presidente le dijo que iba a elaborar una nueva pero... perdona, ¡tendría que estar hecha hace dos años! Y dijo que iba a dotarlo de cinco millones de euros, una miseria”. Además, señala que los colectivos de psicólogos en la anterior estrategia sí participaron pero en esta última no tanto: “A nuestra organización no ha llegado nada formalmente, lo que conocemos es por filtraciones en los medios”.

En ese sentido, añade que “una ley es algo muy distinto” y destaca que lo positivo desde el punto de vista de su organización es que “la proposición de ley se trata de la primera ley de salud mental porque no había, así que ya eso de por sí es importante”. Con respecto a su contenido, recalca que Unidas Podemos “se lo ha mandado a las asociaciones, a los colegios, a pesar que se hizo en forma precipitada, por tanto cuenta con muchas opiniones”.

Según Chacón, la ley podría ser mejorable: “Creemos que tiene un problema porque la ley prevé un incremento notable de psicólogos clínicos y enfermeras en el sistema público pero luego a la hora de plasmarlo tiene dificultad porque quien lo debe contratar son las comunidades autónomas. Hasta qué punto una ley del Estado puede condicionar esto. Además, supone un incremento presupuestario que vamos a ver si se admite o no”.

También cree que habría que tener más concreción en algunos puntos sensibles, como cuando se establece llevar la salud mental a la atención primaria: “Eso es un poco vago, porque técnicamente ya está. El problema no es ese, lo que no está y sí hay que llevar es la intervención psicoterapéutica, porque sólo está la salud farmacológica. La ley, igualmente, es un punto de partida muy importante. Pero la salud mental no se circunscribe a una ley, es algo transversal”.

Radiografía de una situación crítica

El concepto de sindemia está de moda entre algunos científicos. Explicado con lujo de detalles por varios biomédicos en un artículo de la revista The Lancet en 2017, por la pandemia del coronavirus se ha convertido en una tipología de referencia. ¿Por qué? Porque se refiere a procesos en los que factores sociales a nivel macro promueven un clustering de enfermedades en la población e impactan en las patologías a nivel individual.

Eso mismo estamos viviendo hoy en día. La pandemia ha acabado siendo una sindemia por el efecto sinérgico producido entre el virus y otras patologías concurrentes. Entre estas cuestiones está la salud mental.

El déficit para tratar de contener este problema se vuelve más alarmante cuando se ve que en España hay solamente cinco psicólogos cada 100.000 habitantes, mientras que la media en los países de la OCDE es de 18 cada cien mil

“Ha habido un incremento de trastornos de ansiedad y trastornos depresivos. Cuando una persona se enfrenta a una situación de alta demanda de recursos psíquicos, lo primero que aumenta es la activación, intentas por todos los medios solucionarlo. Cuando esos recursos se agotan aparece la depresión. El propio sistema económico nos lleva a la ansiedad, además. Luego hay otros trastornos que también se han incrementado: quienes tuvieron más contacto con los enfermos han generado trastornos de estrés postraumático. Esto era previsible y se advirtió pero no se tomaron las medidas en su momento”, explica Chacón.

El déficit para tratar de contener este problema se vuelve más alarmante cuando se ve que en España hay solamente cinco psicólogos cada 100.000 habitantes, mientras que la media en los países de la OCDE es de 18 cada cien mil.De los pocos psicoterapeutas, la gran mayoría no está en la atención primaria sino en la especializada. Esa lejanía hace que la mayoría tenga consulta privada y que pueda asistir sólo a quien se lo pueda pagar.

Otro número preocupante: según informó el INE en abril pasado, la tasa de suicidio creció en España 3,7% en 2019 (los últimos datos difundidos) con respecto al año anterior (3.671 personas, tres de cada cuatro de ellas, hombres).

Los colectivos de salud mental han manifestado en más de una oportunidad su alarma por las esperas en la materia. Según la comunidad autónoma pueden variar, pero promedian entre los tres y cuatro meses y algunas esperas para ser asistido por un especialista pueden llegar a medio año. Ante la espera, al médico de cabecera sólo le queda como recurso recetar psicofármacos para contener la crisis del paciente.

Las bajas laborales por trastorno psicológico ya son la segunda razón en España después de las causas muscular-esqueléticas

“La gravedad de esto es que lo único efectivo es combinar fármacos, si son necesarios, con psicoterapia. Pero aquí se dan los unos pero no se da terapia. Por eso España tiene el grave problema de adicción a los fármacos, más que a la cocaína o la heroína. Tomarlos sin hacer terapia provoca adicción, además de derivar en una privatización de la salud mental, que perjudica al que más lo necesita, porque sólo recibe terapia quien la puede pagar”, subraya.

Esta costumbre, como todo, tiene claros ganadores: las grandes farmacéuticas. Es un hecho que salen victoriosos los laboratorios cuando lo que se privilegia es la medicación y hay un déficit de atención personalizada. Y si bien actualmente el sistema de recetas está muy regulado y con estricto control, es sabido que algunos médicos no dejan de obtener comisiones por recetar determinados fármacos.

La atención temprana y más accesible también tiene un guiño para la patronal, según cómo se lo mire: las bajas laborales por trastorno psicológico ya son la segunda razón en España después de las causas muscular-esqueléticas. Atajar a tiempo algunas patologías también redundaría en el ausentismo laboral.

Preguntado por cuáles cambios sugiere el Consejo General de la Psicología, resume que abogan por un plan progresivo para incorporar la psicoterapia a la atención primaria (con modelos a imitar en Reino Unido y Noruega), además de campañas de prevención, para que la población conozca de enfermedades mentales y pueda detectarlas pronto y acudir ayuda, incluyendo campañas en los centros educativos. Por ejemplo, en Estados Unidos se lleva a cabo un programa llamado Primary Mental Health para dar habilidades de comunicación para resolución de problemas y control del estrés.

Al concluir, Chacón recuerda la importancia de algo elemental, esencial: tener gente. “Las personas no se imaginan el impacto psicológico y físico que tiene el hecho de contar con apoyo social, con vínculos sociales”. Algo que muchas veces el neoliberalismo cultural y la cultura del desapego y la hipertecnologización nos hace olvidar.

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