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El escándalo de una nueva fiesta celebrada en Downing Street en plena pandemia acorrala a Boris Johnson (13/01/2022).

Los errores, verdades a medias y excusas de Boris Johnson han ido regresando en las últimas semanas, para desplegar una estrategia de acoso y derribo contra el político conservador. El escándalo de las fiestas prohibidas en Downing Street, cuando el resto del país sufría un severo confinamiento por la pandemia, acumula pruebas contundentes cada día que pasa y está agotando la paciencia de muchos diputados conservadores con su primer ministro . La última de esas fiestas, celebrada el 20 de mayo ―cuando en toda Inglaterra estaba prohibido que más de dos personas de núcleos de convivencia distintos se juntaran en el exterior― viene con carga añadida, porque son numerosos los testigos que afirman que estuvieron en ella Johnson y su pareja, Carrie. Y el político ha sido incapaz de negarlo.

La cadena de televisión ITV ha tenido acceso al correo electrónico del secretario privado del primer ministro, Martin Reynolds, en el que invitaba a cerca de 100 personas a una fiesta privada en los jardines de Downing Street: “Hola a todos, después de lo que ha supuesto un periodo de mucho trabajo, he pensado que estaría bien sacar partido de este tiempo tan maravilloso y tomar unas copas, con la distancia social debida, en el jardín del Número 10 [de Downing Street] esta tarde. Sumaos a partir de las seis de la tarde, y ¡traed vuestro propio alcohol!”, escribía el alto funcionario. Una invitación que lo sitúa en el punto de mira de la investigación de todo el escándalo de las fiestas que lleva a cabo Sue Gray, segunda secretaria permanente de la Oficina del Gabinete del Primer Ministro. Su jefe, y responsable máximo de la Administración Pública británica, Simon Case, tuvo que abandonar las pesquisas cuando se reveló que también en su oficina se había celebrado uno de los polémicos eventos.

La Policía Metropolitana, conocida como New Scotland Yard, ha pedido información a la oficina de Gray como primer paso antes de decidir si abre formalmente una investigación sobre el asunto. “El Servicio de la Policía Metropolitana ya es consciente de las informaciones ampliamente difundidas, en referencia a presuntas violaciones de las regulaciones protectoras de la salud pública, ocurridas el 20 de mayo de 2020 en Downing Street, y está en contacto con la Oficina del Gabinete”, ha asegurado un portavoz policial.

Al menos cuarenta de los destinatarios del correo electrónico acudieron a la fiesta, de las que en la jerga británica se denominan BYOB (siglas de Bring Your Own Bottle: trae tu propia botella). Entre ellos estaban, según han afirmado diversos testigos, tanto Johnson como la que entonces aún era su novia, Carrie Symonds. Cuando los medios intentaron el lunes que el primer ministro confirmara o desmintiera su presencia en la fiesta, el político conservador se limitó a echar balones fuera y a apuntar a las investigaciones en curso: “Hay un proceso independiente en marcha analizando todo esto, a cuyo frente está Sue Gray. No puedo hacer más comentarios al respecto”, se escudaba Johnson.

Las descripciones de la fiesta que han ido recabando los diferentes medios británicos hablan de largas mesas de pícnic distribuidas por el jardín de Downing Street, con bebidas, patatas fritas y otro tipo de aperitivos propios de un refrigerio al aire libre. Pero sobre todo, abundante alcohol. Ese mismo día, una hora más tarde, en la rueda de prensa casi diaria en la que los ministros se turnaban para informar de las novedades y datos de la pandemia, el entonces titular de Cultura, Oliver Dowden, recordaba una vez más las reglas a la ciudadanía: “Solo pueden reunirse con una persona de fuera de su domicilio en exteriores, en un lugar público, y manteniendo los dos metros de distancia”, recalcaba el político, ignorante de la fiesta que tenía lugar en el jardín de la principal sede del Gobierno británico.

La figura de Gray, una alta funcionaria -miembro del Civil Service, que tanto prestigio y controversia, y tanto poder acumula en la administración británica- con bastante recorrido, no deja indiferente a nadie. Tiene fama de dura y rigurosa. Su mote entre algunos politicos es Deputy God (algo así como la vice de Dios), por su control de todo. Pero fuentes conocedoras del funcionamiento interno del Gobierno señalan que Gray sabe el peligro que desata poner en marcha un mecanismo que acabara con la destitución de un primer ministro. Su investigación, que de algún modo deja al Gabinete de Johnson en el limbo mientras no se resuelva, debería concluir, al menos, con el señalamiento de varios pesos pesados como responsables del escándalo. El propio Reynolds, el secretario permanente Case o el jefe de comunicación de Johnsnon, Jack Doyle. Y sus cabezas deberían rodar para dar algo de tregua a un primer ministro muy acorralado.

Enlace relacionado ElPais.com (11/01/2022).

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