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La Cañada Real pide luz y futuro (10/01/2023).

Mientras afrontan su tercer invierno sin luz, las vecinas y vecinos de La Cañada se enfrentan a la estrategia del desgaste y miran con esperanza a Europa.

Es 15 de diciembre de 2022 y decenas de personas se manifiestan frente a la Asamblea de Madrid. Llevan pancartas en las que se lee Luz. Contratos. Mesa de seguimiento. Claman una vez más por algo que llevan reclamando más de dos años, que vuelva la electricidad a La Cañada Real. No solo lo reclaman ellos, después de que una delegación de la Plataforma Luz visitara el Parlamento Europeo el pasado 29 de noviembre, el Consejo de Europa había dado a España ese mismo 15 de diciembre como plazo para reestablecer el suministro eléctrico que falta en los sectores 6 y 5. Algo que no sucedió.

Younes está un poco retirado, en la retaguardia de la concentración. Lleva cuatro años en La Cañada. En los últimos años ha ido a muchas manifestaciones, cuenta al menos seis. Hay quienes han estado en más, apunta. Piensa que en esta concentración, en particular, en la que se halla una vez más pidiendo que vuelva la luz en la cañada, quizás no haya tanta participación porque se trata de un día laborable. “De todas formas yo siento esperanza, los vecinos estamos unidos porque esto nos afecta a todos, y tenemos el apoyo de mucha gente”, celebra.

Las vecinas y vecinos afectados son 4000, 1820, niñas y niños. Los números los recuerda Houda Akrikez, figura central en la lucha por recuperar la Luz en la Cañada, junto a otras vecinas. Akrikez, integrante de la asociación Tabadol, va de un lado a otro de la concentración, saludando y contestando preguntas. Ella fue una de las mujeres que participó en la delegación de la Plataforma Luz en el Parlamento Europeo.  “Las administraciones están obligadas, como bien dice el Comité de los Derechos Sociales de la Unión Europea. La luz debe de volver de manera inmediata a las viviendas”,  apunta Akrikez, señalando que, en virtud de lo apuntado por la Comisión, es el Estado español en su conjunto, desde la administración central a la Comunidad de Madrid pasando por los ayuntamientos de Rivas y Madrid, el que están violando la Carta de Derechos Europa. “Y como dice también el Defensor del Pueblo, el Estado español y la Comunidad de Madrid, están violando la Constitución Española en su conjunto”, apuntilla combativa.  Para esta activista, tanta vulneración de derechos tiene una explicación: “En la Cañada Real estamos sin luz por un desalojo forzoso de nuestras viviendas. Es para que las grandes promociones urbanísticas sigan creciendo. Vemos perfectamente desde nuestras viviendas como crecen Ahijones, Berrocales, el PAU de Vallecas”. 

Nuestro barrio

Una semana después de la concentración frente a la Asamblea de Madrid, vemos los barrios nuevos de la ciudad, con sus grandes mazacotes de vivienda nueva, imponerse en el horizonte del sector 6. Separada por descampados y anchas carreteras de la ciudad en expansión, esta parte de la Cañada Real, está salpicada de paneles solares y fachadas pintadas con temas reivindicativos que recuerdan que sigue sin haber electricidad. Akrikez, que lleva viviendo desde niña en este espacio que considera su barrio, junto a otras amigas, propuso un cambio generacional (y de género) en el espacio asociativo del barrio creando Tabadol en 2007, aunque no fue hasta 2013 que la asociación de mujeres se formalizó. Cuando les quitaron la luz, la organización ya estaba allí, y ha sido fundamental desde el principio en la lucha por el derecho al suministro eléctrico.

Hoy por fin hace sol, después de un diciembre lleno de lluvias. El Sol alegra a todo el mundo en invierno pero para Akrikez y sus vecinas tiene mayores implicaciones: “Cuando sale el sol, yo pienso en mis placas solares”. Con el tiempo la población se fue haciendo con generadores de gasoil primero y luego con los paneles. El problema es que sus equipos son modestos, no se pueden permitir más y no almacenan energía suficiente. Así que antes o después hay que tirar del generador a gasoil. La vida se hace complicada. 

“Cuando están mis hijas en casa, yo tiro de generador. Tienes que ver cómo vas corriendo, apagas la nevera porque vas a usar los paneles solares, ahora vas a usar generador. Pongo la nevera porque con un generador puedo tirar de la nevera un poquito. O sea, es constantemente estar muy atenta a todo lo que conlleva la vivienda y su mantenimiento, la luz, la nevera, la lavadora, el agua…” 

Akrikez lleva unas semanas mal de salud, recuerda que, el día de la concentración seguía sintiéndose mal, y sus compañeras de la Plataforma Luz le sugirieron que descansara. “Es que en Cañada Real no podemos descansar, no podemos enfermarnos en paz. No puedes, por ejemplo, a la noche, si estás mala, tomarte una ducha y meterte a la cama a descansar, porque primero no hay agua caliente y segundo, la casa está congelada”. Cuenta lo mal que lo pasó días atrás, cuando estaba con 39 de fiebre, y sus hijas se estaban duchando cuando empezaron a llamarla porque se estaban helando. Agua fría, baño congelado, y la madre que tiene que salir a por una bombona, enferma, mientras llueve, en ese tiempo las niñas también se enfrían. “Al día siguiente se te enferman, tú sigues enferma. A ver cómo haces para cuidarte y cuidar a dos pequeñas que tienes en casa que están enfermas”. Un problema más, si has de hacer la compra para unos días, te arriesgas a que la falta de electricidad te la eche a perder. “Es una situación bastante crítica y si no la vives, por más que te la cuenten, no lo entiendes”. Houda considera que hay tanto que contar, que siempre se quedan cortas: “Ya automáticamente damos por hecho que la gente entiende qué es lo que está pasando, pero no: hay que contar lo que está pasando y nos cuesta”.

Akrikez llegó a la Cañada en el 94, su padre había comprado una parcela allí, donde ahora está su casa y la de sus hermanos. Frente a la casa familiar había campos cultivados. Años después, en lugar del campo hay una enorme colina hecha de escombros. Sin embargo tiene hierba y vistas sobre la ciudad con suministro eléctrico y caros barrios en construcción. Es allí donde se juntan en verano a echar la tarde. 

Las vecinas y vecinos se saludan en las calles, se juntan en el campo de fútbol que ellas mismas levantaron. Pues el que les regaló la Fundación Real Madrid hace ya casi 20 años, está precioso, pero dentro de la fábrica de muebles —una vieja estructura industrial que alberga también a las distintas entidades que trabajan en La Cañada. La chavalada no puede acceder al espacio de juego en los días festivos, o en general, cuando quiere. “Por eso pusimos nuestro campo de fútbol, que no es tan guay como el de la Fundación, pero es nuestro”.

El otro día, volviendo del sector 5, Akrikez cuenta que se emocionó cuando escuchó a sus hijas comentando que su barrio era muy bonito, un sitio donde poder salir a jugar, o encontrarse con las vecinas. “Tú normalizas tu vida, es tu entorno, tu comunidad, tu identidad, tu barrio. Luego, con el tema de los cortes de luz es cuando los niños y las niñas en general, se dan cuenta de que algo no es normal”. 

Fuera de las casas del sector 6 hay bolsas de plástico. Llenas de ropa sucia esperan a que pase el camión que las llevará a la lavandería, una medida de la Asamblea de Madrid para, en teoría, facilitar la vida a los vecinos. Akrikez no lo usa. Le parece un sinsentido y un despilfarro. Lo que necesita es electricidad para poner su lavadora. Si hace suficiente sol, quizás pueda por fin encenderla.

Luz, contratos, mesa de seguimiento

María López de la Usada forma parte de la Plataforma Luz, más concretamente de su departamento jurídico. “Creemos de verdad que el derecho a la justicia nos asiste”, apunta. Y no es solo una creencia, enumera todas las instancias que les han dado la razón en estos dos años: “tenemos ya pronunciamientos de Naciones Unidas. El Defensor del Pueblo en tres ocasiones se ha pronunciado a favor de dar solución a las tres demandas que tenemos: la luz, contratos y la mesa de seguimiento”. La última: el Comité Europeo de Derechos Sociales, “aún no se ha pronunciado sobre el fondo, sobre las vulneraciones de derechos que estamos señalando. Pero sí que se ha pronunciado sobre la necesidad de medidas inmediatas para poner la luz de la calefacción ya a las personas de la Cañada”.

Conversamos con López en la víspera de Reyes, y la luz sigue sin volver a Cañada. Tener la razón y la ley de parte de la causa, llevar dos años peleando en articulación vecinal, no parece bastar. “Lo vivimos con cierto grado de frustración”, explica, si bien entiende que los procesos de Justicia pueden ser lentos considera que “lo que falta es decisión política para aplicar el Estado social y democrático de derecho”.  Cuando la Plataforma exige mesa de seguimiento apunta a la necesidad de que las vecinas y vecinos tengan voz en el proceso. “Hablamos de una verdadera participación, no de que asistan a reuniones, si no que participen en las decisiones. Lo entendemos como parte de la cultura de derechos humanos y de la calidad democrática de nuestro país”.

Si bien se parte de la consciencia de que “el daño que se está produciendo a las personas de Cañada Real es grave, e irreparable”, señala López —recordando que estos mismos calificativos son los empleados por el Comité Europeo de Derechos Sociales—, en el balance de la activista, la frustración convive con la ilusión por las cosas que se están conquistando. 

Por ejemplo, tras la visita de Bruselas se ha puesto en marcha la presentación de una petición al Parlamento Europeo. También, volverá al Parlamento una delegación más amplia de la que acudió en otoño, cuando también pudieron conversar con Roberta Matsola, Presidenta del Parlamento Europea, quien mostró su sorpresa ante una situación que desconocía, narra López. Se espera también la visita de varios europarlamentarios en enero, desarrolla la integrante de la Plataforma Luz sobre esta línea europea de actuación. Apoyo institucional y respaldo social que, piensa, en estos años ha crecido, a medida que los hechos son más graves y cada vez más gente entiende lo que está pasando. Sí se nota menos presencia en unos medios de comunicación cooptados por la urgencia, donde, en opinión de la jurista, no siempre es fácil encontrar hueco más allá del invierno. 

El estigma

Pero los medios no siempre ayudan, a menudo contribuyen a un estigma que alimenta mensajes de odio como los que se encuentran las mujeres de Tabadol cuando publican en las redes. Así, cuenta Akrikez, a la propia rabia que se vive con la situación se suma el odio que se recibe en espacios virtuales y no virtuales.  “Entras a redes sociales y son todos insultos, estigmas, te escriben: pagad la luz. Pero jolines, es que tenemos un cartel enorme donde pone que queremos contratos. Lo que pasa es que nos dan los contratos”.

Las adolescentes y niños que dejan su barrio por un camino hasta la carretera donde tomarán los buses que les acercan a sus centros de estudio, también saben del estigma. Akrikez cuenta la historia de su sobrina, y el día que una compañera en clase, hizo un comentario sobre que en La Cañada no entraría ni loca. “Dice: yo me sentía que me iba haciendo muy pequeña y tenía muchas ganas de salir a decir ‘pues soy de La Cañada, ¿sabéis?’ Pero es que me daba miedo. ¿Qué pensarán? ¿Se alejarán de mí?” A la chica y tantas y tantos como ella les cuesta decir de dónde vienen.

Futuros

Sin embargo las chicas y chicos de La Cañada pueden estar orgullosos, llevan años luchando. “Las niñas y los niños de Cañada Real son el triple de maduros que cualquier otro niño de la región, saben perfectamente en qué contexto están viviendo, conocen muy bien la violación de derechos que están sufriendo a día de hoy y ellos mismos son los que salen a defenderlos”, apunta Akrikez antes de enumerar todo lo que han hecho estos dos años: escribir cartas a las Naciones Unidas o a la distintas administraciones españolas responsables de su situación. Cartas que interesaron al relator de Naciones Unidas y donde venían a “contar su día a día, cómo vivir sin luz, lo que ellos creen que deben de tener en sus viviendas”.

Vivir en esas condiciones hace que poco a poco vecinas y vecinos tiren la toalla y vayan dejando el barrio. “En la manifestación del día 15. Podríamos haber estado perfectamente 300, 400 personas mínimo, pero hemos sido muy pocos. Es porque la política juega a cansar a la gente. No tener luz en tu casa conlleva muchas consecuencias. No es solamente una bombilla, sino es una vida entera que te están desgastando”. La gente ve, piensa Akrikez, que ni la Filomena, ni la pandemia, ni todas las cosas que se han vivido estos años, han bastado para que se hiciera algo, por lo tanto, concluyen que difícilmente vuelva el suministro eléctrico. 

“Lo que se pretende es echar a la gente del barrio. Se les está trasladando un mensaje permanente de que la luz no va a volver, de que no tienen derechos ninguno por estar en la Cañada Real. Se les quitan los servicios públicos y se les dificulta la vida diaria”, complementa López. 

Sin embargo, no parece que vaya a ser fácil echar a las vecinas de lo que considera su espacio legítimo, su barrio. Un lugar para el que tienen planes de futuro: Un parque infantil al lado del campo de fútbol. Lo harán de la mano del colectivo Todo por la Praxis y será un lugar lúdico y reivindicativo. Houda explica que el parque lo diseñarán las niñas y los niños, e imagina bicicletas en las que, al pedalear, se encienda un alambre con la frase: “con la luz no se juega”. Con suerte, el parque estará terminado en primavera.  

Enlace relacionado ElSaltoDiario.com 06/01/2023.

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