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¿A qué se han enfrentado los trabajadores durante la pandemia del coronavirus? (14/03/2021).

«Comparezco para dar cuenta del Consejo de Ministros extraordinario en el que hemos aprobado el anunciado estado de alarma».

Así comenzaba Pedro Sánchez su discurso aquel 14 de marzo del 2020, una alocución que tuvo 18 millones de espectadores, casi dos millones más que las campanadas de la Nochevieja de 2019, cuando es habitual que la audiencia de televisión supere todos los récords. Ese momento supuso un 80,9% de cuota de pantalla. A partir de ahí, todo fueron consecuencias.

España tuvo que aprender a vivir de otra manera, a lidiar con el miedo y la incertidumbre. Se cerraron todos los espacios de trabajo, excepto aquellos que eran esenciales, y se inició una nueva era en la vida laboral para millones de personas. Muchos trabajadores fueron despedidos, otros escucharon por primera vez la palabra ERTE y una buena parte de los españoles descubrieron el teletrabajo, mientras los llamados esenciales siguieron acudiendo a sus centros de trabajo. Éstos últimos fueron los héroes de la pandemia, los que permitieron que quienes nos mantuvimos en casa pudiéramos acceder a los servicios mínimos de salud, alimentación o transporte.

Era una situación sanitaria extrema. En Público repasamos lo que ha supuesto para los trabajadores este año de pandemia.

Teletrabajo masivo sin regulación 

Antes del nuevo coronavirus, tan sólo el 7% de los españoles teletrabajaban,  una cifra considerablemente inferior a la media de la Unión Europea. Tras el estado de alarma,  el 34% tuvo que convertir su casa en oficina. Este modelo laboral no estaba regulado, tan sólo había una mención en el artículo número 13 del Estatuto de los Trabajadores, en el que se especifica que los trabajadores a distancia tienen los mismos derechos que quienes prestan servicio presencial.

Con la llegada de la pandemia, multitud de empresas vieron el teletrabajo como la única forma para seguir operando. Aunque muchas fueron previsoras y habían establecido protocolos días antes del estado de alarma, con la dotación a su personal del material necesario para trabajar en sus domicilios, otras enviaron a sus empleados a casa con lo puesto, y fueron los propios trabajadores los que tuvieron que arreglárselas. Además, muchos de estos empleados, especialmente mujeres, tuvieron que hacer esa tarea mientras se hacían cargo de sus hijos, porque las escuelas se cerraron durante el confinamiento duro, y/o de personas mayores dependientes.

Lidia es madre de dos hijos y su empresa la mandó a trabajar a casa desde que se declaró el estado de alarma. Lleva separada tres años y tuvo que enfrentarse sola al cuidado de dos hijos. Así relata su experiencia: «Mi jefe me dijo que podía distribuir la jornada como quisiese para poder organizarme mejor y conciliar con mis dos hijos pequeños. Fue una auténtica locura, trabajaba mientras ellos dormían y durante el día tenía que hacer malabares. Por suerte, la pequeña todavía duerme siestas largas, pero aún así ha sido una auténtica locura».

El pequeño tamaño de las viviendas ha sido otro problema para muchos españoles que han tenido que teletrabajar en habitaciones porque compartían piso, al igual que para las familias de varios miembros, en las que todos debían trabajar o estudiar online al mismo tiempo. Otra anomalía ha sido la escasa regulación, hasta que el Gobierno aprobó la ley del teletrabajo en septiembre de 2020. Esta circunstancia ha llevado a muchos empleados y empleadas a  tener que sufragar los gastos del teletrabajo, algo que sigue sucediendo a día de hoy, pues muchas empresas no han adoptado la normativa.

El ERTE, un gran desconocido para los trabajadores  

En este año de pandemia se han colado muchos conceptos nuevos que, aunque ya existían, no estaban normalizados y naturalizados entre la población. La palabra ERTE ha sido uno de ellos y entró de lleno en el vocabulario y las conversaciones de los españoles. Esta palabra ha sonado con fuerza en los medios de comunicación, en las empresas y en los hogares, y muchas personas tuvieron que aprender en cuestión de días lo que eso significaba.

Y con los ERTE llegó la picaresca. Pronto salieron a la luz los primeros fraudes, que publicamos en Público como primicia. Una gran cantidad de trabajadores comenzaron a denunciar de forma anónima que sus empresas les hacían trabajar mientras estaban incluidos en un ERTE de suspensión o que les obligaban a ello todo el día mientras se encontraban en un ERTE de reducción de jornada. Otro problema es que, debido a la avalancha de estos expedientes de regulación temporal de empleo, miles de trabajadores han sufrido retrasos en los pagos, con graves consecuencias de endeudamiento para poder salir adelante.

Despidos en pleno confinamiento

Aunque el Gobierno prohibió por ley los despidos por causas objetivas durante la emergencia del coronavirus, la realidad es que muchos perdieron su empleo justo antes del confinamiento o durante el mismo de forma fraudulenta. Así, multitud de personas se han visto sin trabajo en una situación extrema, con el agravante de que encontrar otro empleo, en plena pandemia, es casi una quimera. 

En cuanto a aquellos que sobrevivían de la economía sumergida, o que complementaban sus salarios con actividades fuera del control fiscal, se vieron sin nada de un día para otro. Esta situación dejó sin ingresos a tres de cada cuatro trabajadores que cobraban en negro.

Trabajadores esenciales, el sostén durante el confinamiento 

En pleno marzo de 2020, cuando el virus campaba a sus anchas y el miedo se adentraba en la sociedad,  una parte de la población tuvo que salir a trabajar para que el resto pudiera quedarse en casa. Algunos, con ese mismo miedo (e incluso más), luchaban por salvar la vida de los enfermos que llegaban a las urgencias de los hospitales, y otros recorrían kilómetros para abastecer a ciudades y pueblos, o atravesaban grandes urbes en transporte público para vender alimentos y otros artículos de primera necesidad.

Esos trabajadores no han parado desde hace un año y, aunque se ve más cerca el final, muchos han tenido que llevar a cabo su labor en condiciones de precariedad, con salarios que rozan el mínimo interprofesional. A fecha de hoy no todos, ni todas, han recibido la vacuna y siguen ejerciendo esta gran labor. 

Salud mental, el otro desafío que deja la covid 

La psicóloga del trabajo Isabel Aranda advierte a Público que las consecuencias psicológicas pueden ser realmente graves si no se toman medidas inmediatas, ya que muchos trabajadores están viviendo situaciones de estrés prolongado. “Las personas están absolutamente agotadas. Hay gente que lleva un año trabajando sin parar y se encuentra desbordada de trabajo, como el personal sanitario. El impacto social es brutal, nos estamos encontrando entre un 20 y un 40% de incidencia muy severa, de personas que han enfermado por depresión y otras patologías”, explica.

Aranda reconoce que  las secuelas psicológicas de esta pandemia no son las mismas para todos los trabajadores, pero tiene claro que hay que tomar cartas en el asunto en todos los casos: «Así de duro, ha sido la primera vez que muchos sanitarios se han encontrado con la muerte delante todos los días. Algunos están teniendo problemas para afrontar la realidad de este último año».

En cuanto a las personas que han estado en ERTE o siguen estando «tienen que lidiar con una inseguridad tremenda, que les genera situaciones de estrés. Su vida se les ha venido abajo, pueden estar pasando etapas en las que no saben si van a tener recursos», detalla.

Aranda afirma sobre los teletrabajadores que sufrieron ansiedad durante los primeros meses que, tras un año, la afectación ya es psicofisiológica. Por eso recomienda que las empresas pongan en marcha programas de apoyo a los trabajadores con ayuda de psicólogos, al advertir de riesgos altos.  

Y sobre quienes se han quedado desempleados durante la pandemia, considera que «si una persona está en búsqueda activa de empleo, el cómo se sienta psicológicamente pasa a un segundo plano porque lo más importante es encontrar trabajo». Estas personas se ven abocadas a «la inseguridad, la ansiedad y el estrés» al constatar la altísima dificultad que van a tener para encontrar trabajo. «Esto va a derivar en un problema social importante, ya no laboral sino social, de salud psicológica», advierte la especialista. 

A Aranda le preocupa que no haya capacidad para que los ciudadanos tengan atención psicológica y estos problemas se suplan con tranquilizantes, precisamente por no poder asumir la carga asistencial. Recuerda que antes de la pandemia había una lista de espera de seis meses para poder acceder a terapia psicológica y que, ahora, con la demanda que se va a producir, el tiempo aumentará de forma significativa.

Enlace relacionado -y gráficos interactivos- Público.es 10/03/2021.

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