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La primavera del apoyo mutuo en medio de la catástrofe (27/03/2022).

Un estudio profundiza en la ola de redes de solidaridad surgida para dar respuesta a las necesidades sociales en la pandemia. Ante la catástrofe, aparecieron el altruismo y la empatía, y se reinventaron sofisticados mecanismos de ayuda mutua.

Entre las imágenes de hospitales colapsados y calles desiertas, una oleada de solidaridad y apoyo mutuo se articuló para dar respuesta a incontables situaciones de vulnerabilidad en los barrios de centenares de ciudades. Cómo se articularon estas redes de apoyo mutuo y qué aprendizaje se pueden extraer para siguientes crisis son las dos preguntas principales que intenta responder el estudio Solidaridades de proximidad. Ayuda mutua y cuidados ante la covid-19, elaborado por el Grupo Cooperativo Tangente, con el apoyo de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM). 

El informe realizado por José Luis Fernández de Casadevante Kois, Javier Fernández Ramos y Nerea Ramírez Piris se nutre del análisis de un centenar de iniciativas y redes de apoyo mutuo de nueve comunidades autónomas. Todas estas experiencias tienen rasgos en común. Nacen desde abajo, de la autoorganización ciudadana, de “una capacidad para sobreponerse ante situaciones excepcionales, de la premisa de no dejar a nadie atrás”, dicen en el estudio. Son iniciativas basadas en el cuidado colectivo, una acción comunitaria para “atender necesidades de toda índole” basadas en “soluciones creativas” que tuvieron como protagonistas a la ciudadanía aunque contaran con apoyos puntuales de alguna administración.

Para los autores de Solidaridades de proximidad, este despertar del apoyo mutuo invalida la extendida tesis de que en las situaciones de emergencia y excepcionalidad la población se convierte “en un peligro añadido o superior a la propia catástrofe”. Lo que ocurrió durante la pandemia desmiente los prejuicios “sobre los que se asienta el pánico de las élites”, el comportamiento habitual de las autoridades ante los desastres basado en la represión y el control, una conducta que suele “aumentar la desconfianza recíproca” entre la ciudadanía —véanse los “policías de balcón”— y entre la ciudadanía y las instituciones. 

Lejos de las escenas de comercios y viviendas asaltadas, la sociología de los desastres lleva décadas documentando que en la reacción de la ciudadanía ante las emergencias suele “primar el comportamiento racional” a la vez que la empatía, el altruismo y la “autoorganización sin caer en el caos”, sostiene el informe. “Ante la catástrofe, aparecen el altruismo y la empatía, se dan inesperados liderazgos anónimos y se reinventan sofisticados mecanismos de ayuda mutua”, defienden.

Las tareas realizadas en estas redes no se pueden entender como un acto de puro altruismo sino también de autoayuda en un momento de aislamiento, soledad y ruptura de la vida social y del tejido comunitario: “Las estrategias de salvación colectivas generan nuevas formas de sociabilidad, fomentan el sentido de pertenencia compartida y el compromiso individual, todo ello a través de tareas que aportan una sensación de bienestar a quienes las ejecutan, por arriesgadas, sacrificadas o tediosas que sean”, dicen los autores.

Mucho más que despensas

Lógicas comunitarias para compartir recursos escasos —como los alimentos o las medicinas—, la “preocupación y el cuidado por los extraños en hospitales de campaña”, las cocinas colectivas, los albergues improvisados o despensas solidarias fueron parte de una transformación que llevó a miles de personas a “dar un paso al frente para hacerse cargo de otras”, escribió en marzo de 2021 la activista ecofeminista Yayo Herrero, un proceso que para esta antropóloga es “irreversible aunque parezca que desaparece que con el paso del tiempo”.

Las despensas solidarias fueron quizá el fenómeno más visible, pero el abanico de iniciativas ciudadanas fue mucho más allá. De apoyo en trámites administrativos a donaciones o préstamos de dispositivos tecnológicos para evitar el aislamiento, de actividades educativas y de ocio para la infancia a prestar apoyo a una soledad no deseada, de ayudas en compras de primera necesidad a donaciones de libros y material escolar, pasando por roperos solidarios, paseo de mascotas, asesoría legal y administrativa o distintos tipos de atención psicológica.

Aunque las redes suelen realizar diversas actividades, el 76,7% de las redes incluidas en el estudio prestaron servicios de despensa solidaria y el 75,5% realizó tareas de ayuda a personas mayores y colectivos especialmente vulnerables. A muy poca distancia, la coordinación y derivación a servicios públicos (70,9%) y el apoyo en los trámites administrativos (60,47%) fueron otras de las tareas más habituales en estas redes de apoyo mutuo. 

Solo en la ciudad de Madrid a finales de mayo de 2020 había 63 redes de apoyo mutuo, según un estudio de la FRAVM, que atendían a 45.808 personas. De estas iniciativas, cerca de la mitad existía antes de la pandemia o tenía raíces en colectivos preexistentes. Sin embargo, señala el estudio, un gran número de redes surgió en escasas semanas: “Una parte de estas iniciativas ha surgido a través de redes informales reflejando cómo, en un breve periodo de tiempo, somos capaces de conectarnos y organizar respuestas ágiles ante las adversidades”. 

La experiencia previa del tejido asociativo también fue clave. “Las redes de ayuda mutua serían una mezcla de espontáneas comunidades del desastre con la experiencia acumulada durante décadas por los tejidos asociativos a la hora de establecer mecanismos de solidaridad colectiva”, plantean en el informe. Una “retaguardia invisible” de años de experiencia militante permitió estas “respuestas extraordinarias”, tan “sorpresivas” como “espontáneas”. Según el informe, se produjo una “simbiosis muy productiva” entre la vieja guardia y la nueva generación de personas implicadas en este tipo de iniciativas comunitarias. Las primeras aportaron infraestructura y experiencia. Las segundas, nuevas formas organizativas y “aproximaciones novedosas a la acción ciudadana”. 

La forma de participación y de vivir estas redes de apoyo mutuo evolucionó en los dos años de pandemia. Entre el inicio del confinamiento y el fin del primer estado de alarma fue el “periodo de efervescencia”, donde se ensayaron las fórmulas organizativas y se replicaron aquellas más exitosas por todo el territorio. Era el momento del confinamiento más duro, de la soledad de las personas mayores y de las mayores necesidades sociales. En ese contexto, el fenómeno de las redes surgió como “la respuesta más espontánea y sorpresiva ante una situación que desbordó a las instituciones”. 

Con la desescalada y la llegada del verano de 2020, cayó la participación por la reincorporación al trabajo de muchas personas que estaban en ERTE y por el “cansancio de sostener acciones de apoyo de forma continuada”. Muchas redes cerraron entonces y no todas volvieron a abrir después del verano. En 2021, “la situación de necesidad se cronificó” y algunas de estas redes se consolidaron y se independizaron de las organizaciones y colectivos a los que estaban vinculados en sus inicios, señalan en Solidaridades de proximidad. Un año después del inicio de la pandemia, el 76% de las redes seguía activa, lo que indica que “una gran necesidad social sigue desatendida”. 

Los recursos que hicieron posible estas redes provinieron en su enorme mayoría de fondos propios, de donaciones internas y de personas y entidades particulares. Solo el 8,33% de las redes consultadas contó con apoyo público. El 90% de las redes no contaron con ayuda de las instituciones.

Los confinamientos de estos dos años, concluye el informe, “redescubrieron la importancia del barrio y su esfera destacó como espacio preferente para articular respuestas ciudadanas”. En estas redes, la participación de las mujeres y de las personas más jóvenes fue clave, así como el comercio local, que fue utilizado por siete de cada diez redes vecinales como espacio de información y divulgación de iniciativas solidarias. Más del 60% de las cien redes investigadas recibieron donaciones de alimentos y otros productos de los negocios de proximidad. 

Para los autores del informe, las redes de apoyo mutuo surgidas en la pandemia tendrán un efecto duradero al “situar la interdependencia en primer plano”, un paso necesario para pensar un futuro alternativo. “Tras este ensayo planetario de lo que está por venir, constatamos cómo la salud pública, la justicia social y la sostenibilidad, están más entrelazadas que nunca en cualquier futuro que imaginemos para la ciudad”, constata el informe.

Enlace relacionado ElSaltoDiario.com 24/03/2022.

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