La falta de relevo de especialistas pone en riesgo el futuro de los derechos reproductivos en España (28/03/2021).

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La generación de profesionales de la medicina y enfermería que se formó en interrupción voluntaria del embarazo en los años 70 y 80 por vocación no tiene a quién entregar el testigo. A la falta de prestigio y de formación curricular se suma un acoso constante a las clínicas que pocos están dispuestos a asumir.

“Yo tengo 64 años y mi compañero de clínica tiene 65. El relevo generacional cuesta”. Así de contundente se muestra Franscisca García, presidenta de la Asociación de Clínicas de Interrupción Voluntaria del Embarazo (ACAI). Las ginecólogas, doctores, enfermeros y el resto de personal sanitario de estos centros saben que con la situación actual del aborto en España es fácil que cada vez haya menos profesionales favorables a trabajar en la interrupción del embarazo. A la falta de formación se suma el poco prestigio profesional, el oscurantismo en los centros médicos generales y la presión de los grupos contrarios a los derechos de las mujeres. “En Francia —explica— pasó algo parecido en su momento: cuando se jubiló la primera generación de médicos especializados no había relevo y tardaron en revertir la situación; queremos prevenir que eso suceda en España”. 

Precisamente en Francia, Holanda y otros países similares se formaron tanto en cuestiones de técnicas como en planificación muchos de los sanitarios que hoy ejercen tanto en clínicas como en centros especializados en planificación familiar. “Yo estaba estudiando la carrera y me empezó a interesar la ginecología, la sexualidad y el feminismo”, comenta Eva Rodríguez Armario, directora médica en Ginesur y vicepresidenta de ACAI.

“Implicándome más con grupos de mujeres me sorprendió que a muchas mujeres, mayores que yo, tenían experiencias muy duras respecto al aborto. Decidí que quería ayudar a las mujeres con este problema”. Y lo hizo, ya que justo cuando la doctora Rodríguez se graduó la ley del 85 entró en vigor, dotando de manera oficial a la mujer el derecho a decidir. Eso sí, con condiciones muy concretas, como demostrar que su salud física o mental estaba en riesgo si continuaba con el embarazo no deseado.  

Preguntada por esto, Rodríguez recuerda qué pasó cuando su entonces jefe, “militante de la salud reproductiva”, intentó que el recién reconocido derecho se ejerciera en los centros públicos.  “Los médicos son muy conservadores y los ginecólogos incluso más. Además, los curas tenían mucho poder en los hospitales”, comenta. “Querían —detalla— que se hiciera un comité para decidir ellos si se hacía o no el aborto, tomar la decisión por las mujeres”. Incluso recuerda que en más de una ocasión las matronas intentaron reanimar a fetos de más de 20 semanas, cuyo embarazo era abortado por ser incompatible con la vida. Una situación muy desfavorable que acabó con el 91% de las interrupciones realizándose en centros autorizados de titularidad privada con coste cero para las mujeres.

“Se depende casi exclusivamente de la sanidad privada tanto para formarse en todas las técnicas y procesos como para poder desarrollar esta labor de manera completa”, ratifica la ginecóloga María del Mar Alcalá Alcalde. Esta doctora, que no llega a la cuarentena, pasó por el sistema de salud pero denuncia que para especializarte en IVE se debe ir a lo privado. “Las normas sobre exclusividad, incompatibilidad y reducción de jornada para conciliar actividad pública y privada hacen que sea complicado ejercer en ambos sistemas”, explica. Alcalá recuerda además que se trata de una desigualdad laboral, ya que “a pesar de que se está dando un servicio que está en la cartera de nuestro sistema sanitario, el personal que trabaja en estas clínicas no puntúa en las bolsas de trabajo”.

Objeción de conciencia y conservadurismo

Otra razón más por la que los y las profesionales que se dedican a la interrupción voluntaria del embarazo advierten de la falta de prestigio: escasa proyección profesional, falta de formación en la carrera y el oscurantismo ideológico que continúa en la comunidad sanitaria. “Es un tema del que no se me ha hablado en la carrera, un tema tabú en los hospitales y, encima, ante casos con complicaciones, se escuchan comentarios desproporcionados”, comenta Rodríguez, que añade que también hay que aguantar que te llamen “asesina” cuando vas a trabajar. Se refiere al aumento de la presión presencial y en campañas de las asociaciones contrarias al derecho a decidir de las mujeres sobre sus cuerpos. “El derecho al aborto es uno de sus objetivos primero porque saben que la soberanía de los cuerpos de las mujeres es el pilar para derribar el sistema patriarcal”, comenta la presidenta de ACAI. La vicepresidenta añade que la presión ha aumentado los últimos años “pero esta vez organizado y con dinero, muchas veces público y formados desde EE UU”.

Una opinión que comparte la trabajadora social Natalia Mañero. Ella trabaja en Dator, una de las clínicas pioneras en abortos en España y, por tanto, objetivo siempre de estos grupos antiderechos. “Cuando te ven trabajar en esa clínica embarazada de siete meses, les explotan la cabeza”, comenta sonriendo y asegura que “nunca una mujer que ha ido a hacerse una IVE se ha sentido molesta con su embarazo, pero ellos siempre”. Para Mañero la solución para que no se violente ni a las mujeres pacientes ni al personal laboral son las zonas seguras. “Parecido a la ley francesa, que impide que en 500 metros se manifiesten ni acosen”, explica.  

Dudas de las mujeres y barreras

Aunque menos conocida, la figura de las trabajadoras sociales es clave por ley en la interrupción del embarazo y de gran ayuda. En concreto, Mañero y su equipo son las encargadas de entregar el sobre con la información para que la mujer reflexione durante los tres días obligatorios. Una información que, en concreto, en Madrid está desfasada. “Los papeles no han cambiado desde 2011, incluso vienen clínicas que ya no existen y ayudas que ya no se dan”, comenta. Por eso, que personas informadas y preparadas atiendan a la mujer es vital. La trabajadora social comenta que las dudas con las que vienen las mujeres rara vez tiene que ver con la información del sobre y van más por conocer bien el método, los plazos, si después podrán tener hijos, etc. “Por eso es tan importante hacer más que entregar el sobre”, explica.

De hecho, gracias a esta figura intermedia, se pueden detectar situaciones de violencia, atender a menores, ver qué ocurre con mujeres que llevan varios abortos. También hacen la labor de tramitar a pacientes derivadas de otras comunidades o ayudar con la tarjeta sanitaria a quien no la tiene. Mañero comenta también que depende de la comunidad autónoma se sigue un proceso u otro, denunciando que en Madrid la intervención se retrasa más que en otras por protocolo. “De media, pasan entre siete y diez días desde que se dirigen al médico de cabecera hasta que llegan a la clínica y solo cuando les entregamos el sobre empiezan a correr los tres días de reflexión”, explica, cuando en comunidades como Castilla La Mancha, es el médico de cabecera quien entrega el sobre y al llegar a la clínica se puede hacer el IVE sin más espera. “Todo el mundo piensa que debes ir a tu médico, pero en Madrid resulta que puedes ir a la clínica directamente, nosotros no necesitamos ningún volante”, asegura. “Tanto se ha borrado la sanidad pública en Madrid que ni hace falta”, explica, a la vez que pone en valor la labor de las trabajadoras sociales de los centros de atención primaria y las responsables de gestionar los IVE en el sistema madrileño de salud.

Tanto el recorrido a hacer cuando se decide abortar como los propios derechos son algo que no está tan claro, tanto debido a la falta de información institucional de las propias Administraciones como al posicionamiento en internet de las webs antiaborto. “Todavía vienen mujeres que les han dicho en el médico que eso no es gratuito o incluso que no es legal”, comenta escandalizada Mañero, que además incide en que generalmente las mujeres más vulnerables son las que peor asesoramiento reciben. Algo que también se denuncian desde la Associació de Drets Sexuals i Reproductius. Señalan en su último estudio la dificultad de acceder a la información sobre los métodos y a los pasos a dar como una de las principales barreras para acceder al aborto.

“El Estado español no está cumpliendo con su obligación de proporcionar información veraz, completa y oportuna sobre la interrupción voluntaria del embarazo. Muchas mujeres tienen que recurrir a organizaciones como Women on Web para informarse sobre cómo acceder a un aborto seguro porque no encuentran esa información por parte del Estado”, explica Estefanny Molina, abogada de Women’s Link Worldwide. Esta plataforma está ahora apoyando a Women on Web después que su web en España fuera cerrada a principios de 2020 a petición del Ministerio de Sanidad y la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) por, además de ofrecer información, poder suministrar medicamentos vía online.

Sin formación específica ni normalizada en los sanitarios

¿Cómo se puede solucionar esta falta de información al menos en el personal sanitario? Desde ACAI, se muestran contundentes. “Debe ser una subespecialización en ginecología y obstetricia, y debe ser incluido como asignatura en enfermería y medicina”, comenta la presidenta. Entre las sanitarias preguntas coinciden en que cuanto menos se conoce de algo, más difícil es sentirse interesado. “Raras veces se hacen menciones sobre la interrupción en revistas científicas o congresos”, comenta la doctora Alcalá, que comenta que “se da por hecho que es un trabajo necesario pero parece que su visibilización molesta, algo que creo que está muy influenciado por un sesgo de género importante, esto es un tema de mujeres y, como tal, tiene que estar relegado a un segundo plano”.

La doctora Rodríguez recuerda que frente a las decenas de sociedades científicas que hay de otras especialidades solo hay dos grandes federaciones —la FIAPAC con más peso en Europa y la NAF, con peso en Canadá y Estados Unidos— sobre el aborto. Una consecuencia más de la falta de prestigio, ya que incluso en sus reuniones y convenciones tienen a agrupaciones religiosas y de extrema derecha en la puerta. “Nos pasó en Sevilla, pasa en Viena y pasa en Berlín”. Si la formación exhaustiva y los avances en medicina surgen gracias al tesón pero no a la formación en las carreras ni en los grandes congresos médicos, no cuesta imaginarse qué joven doctor quiere emprender un camino como experto en IVE. “Es más probable que como ginecóloga conozca cómo se realiza una apendicectomía o que me sea más llamativo ir a un hospital puntero a conocer una técnica quirúrgica compleja y poco frecuente que saber cómo se hace una interrupción de embarazo en semana 25, explica la doctora Alcalá Alcalde.

Sesgo de género y métodos anticuados

Esta falta de formación y relevo generacional indice directamente en la calidad de la atención y en que la mujer pueda decidir sobre su aborto. La objeción de conciencia o falta de clínicas, hace que se derive a otras comunidades. O que se plantee sólo la posibilidad del aborto farmacológico. También que se realicen técnicas anticuadas. Es el ejemplo del método Karman de dilatación y aspiración. Se trata de un método instrumental rápido y seguro que permite dilatar progresivamente el cuello del útero y realizar una aspiración mediante cánulas. “Pese a que está recogido en todos los manuales que la karman es mejor, se sigue usando el legrado”, explica la doctora Rodríguez, que comenta que “no significa que nuestros compañeros en la pública sean peores, es que no están formados en IVE concretamente”.”Las técnicas farmacológicas o aquellas que no ayudan a dilatar el cuello -explica-, son más largas y tienen más impacto emocional sobre las mujeres. El método instrumental también tiene riesgos, claro, como la perforación uterina, pero cuando llevas años haciéndolo es más difícil que se presente una complicación”.

¿Tiene que ver el género de las pacientes en esta falta de avance? La doctora Rodríguez cree que sí. “Son estigmas como los que hay con todo lo que tiene que ver con la sexualidad. Pero si ni siquiera se explican en anatomía, en la carrera, los genitales externos”. “El mayor problema es la estigmatización y el tremendo sesgo de género en que se sustenta nuestro sistema”, comenta la ginecóloga Alcalá Alcalde. “La norma en medicina -prosigue- es la biología masculina a pesar de que las mujeres (cis) somos la mitad de la población y experimentamos procesos reproductivos muy complejos”. Esta sanitaria tiene la esperanza que con la renovación en claustros y colegios profesionales la situación pueda cambiar, aunque entiende que es un problema ideológico que va mucho más allá, en toda la sociedad. “El papel de la mujer en nuestra sociedad viene marcado fuertemente por el imperativo de que sea madre y cuidadora. Si sus deseos son distintos, se arriesga a ser objeto de crítica y rechazo. Necesitamos que se hable del tema sin tapujos, que haya representación en los medios y que cuando se habla del aborto, se haga con propiedad y evidencia científica”, finaliza. 

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