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Relato del horror en Elder, la residencia donde el director dijo estar “hasta el chocho” cuando sus empleados le pidieron medidas anticovid (29/12/2021).

InfoLibre accede al contenido íntegro de las declaraciones testificales en la instrucción de la causa contra el director de la residencia donde murieron 75 mayores. El juez la archivó y la Fiscalía no piensa recurrir.

- Las tres personas que formaban el equipo de confianza de Sampedro coincidieron en denunciar que no atendió las peticiones de los trabajadores y que el centro residencial se instaló en el “caos”.

Son más de nueve horas de declaraciones estremecedoras de las seis personas que comparecieron como testigos en la instrucción judicial del caso Elder. Todas señalan al director de la residencia de Tomelloso (Ciudad Real) donde fallecieron durante la primera ola de la pandemia 75 mayores, casi la mitad de los 160 que vivían allí. Ninguna fue considerada suficientemente relevante por el juez Daniel Vicente Pérez, que el pasado 9 de diciembre ordenó el archivo de la causa abierta contra el director del centro, José Manuel Sampedro.

infoLibre ha tenido acceso al contenido íntegro de las seis declaraciones y reconstruye, a partir de esos testimonios, el infierno que se vivió en la residencia Elder en marzo de 2020.

Tres testigos relatan lo ocurrido desde dentro del centro. Se trata de los tres mandos intermedios que tenía en aquel momento Elder: Ángel S.M., el coordinador de auxiliares y persona de confianza del director; Marisa R.A., la gobernanta, y María del Mar H.M., la supervisora de Enfemería. Sus declaraciones testificales son detalladas, coincidentes y dibujan a un Sampedro completamente incapaz de hacer frente a la situación.

Los otros tres testigos eran ajenos a Elder y solo entraron en acción cuando el Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (Sescam) decidió actuar ante la situación descontrolada que sufría la residencia. Se trata de Silvia Quemada Hernández, responsable del área sanitaria de Tomelloso; Miguel Ruiz García, nombrado director provisional del centro durante dos meses, y Verónica L.P., enfermera del Sescam a quien se encargó supervisar las residencias de la zona. 

José Manuel Sampedro, periodista de formación, carecía de cualquier experiencia previa en el sector residencial antes de aterrizar en Elder en febrero de 2017. Diez meses después fue nombrado director. La residencia es propiedad de una fundación del mismo nombre, que preside su padre. Sampedro era también concejal del PP en el Ayuntamiento de Tomelloso cuando ocurrieron los hechos. Elegido en las municipales de 2019, dimitió en diciembre de 2020, dos semanas después de ser imputado.

El auto de archivo del caso Elder ha sido recurrido por el abogado de las ocho familias que denunciaron a Sampedro al entender que su actuación encajaba en los delitos de homicidio imprudente y omisión del deber de socorro. La decisión está en manos de la Audiencia Provincial de Ciudad Real. La Fiscalía, antes de leer el recurso del abogado, ya anunció que no recurriría el archivo. Como desveló infoLibre, el Ministerio Público mantuvo durante toda la instrucción judicial una actitud completamente pasiva, hasta el punto de que ni siquiera asistió a la declaración de Sampedro, porque la fiscal encargada del caso “estaba de vacaciones”.

A continuación se resumen las nueve horas de declaraciones testificales. De acuerdo con la ley, los testigos tienen la obligación de decir la verdad, y cometerían un delito si no lo hicieran.

“Estoy hasta el chocho del coronavirus”

En Elder se celebraban dos tipos de reuniones entre el director y su equipo directivo: una diaria para analizar los incidentes ocurridos en la jornada anterior y otra semanal, a la que llamaban la “interdisciplinar”. Esta última era habitualmente los jueves, en ella participaban el director, los tres mandos intermedios y el equipo técnico (psicóloga, fisioterapeuta, logopeda, trabajador social y terapeuta ocupacional), y los reunidos aprovechaban para hablar del estado de algunos residentes.

De los seis testigos que declararon ante el juez, tres asistían a esas reuniones interdisciplinares: Ángel, el coordinador de auxiliares; Marisa, la gobernanta, y Mar, la supervisora de Enfermería. Y los tres fueron unánimes en sus versiones.

La primera vez que se habló del virus fue en el encuentro del 27 de febrero de 2020. Mar se lo relató así al juez: “Empezamos a oír lo del tema de Italia, que se estaba complicando. Yo empecé a decir que esto no era una broma y que deberíamos empezar a tener previsión de material y a adoptar algunas medidas. Alguno de mis compañeros estaba de acuerdo. El director me dice algo así como que yo era una adelantada y que si la Junta no había dado ninguna norma de actuación frente el coronavirus, yo no tenía que ser mas lista y adelantarme a las indicaciones de un organismo público. Que hasta que algún organismo oficial no le dijera cómo actuar, no tendría por qué tomar ninguna medida”. El juez se interesó entonces por saber qué era lo que reclamaba la coordinadora de Enfermería. “Yo sobre todo pedía material: EPIs, guantes, mascarillas, que no había nada, y gel hidroalcohólico”, respondió Mar.

Ángel, el supervisor de Auxiliares, confirmó este hecho a preguntas del instructor:

– Juez: ¿En alguna de esas reuniones, el director le dijo a ustedes que hasta que la Consejería no le dijese que tenía que actuar, él no iba a actuar?

– Ángel: Fue algo así. Sí que dijo que hasta que Salud Pública no dijese cómo tratar el tema, que no veía necesario mover hilos.

Una semana después, el 5 de marzo, la coordinadora de Enfermería volvió a sacar el tema en la reunión interdisciplinar. En su declaración judicial, tras tantear a su señoría sobre el lenguaje que podía utilizar en la sala, la gobernanta explicó así lo ocurrido:

– Marisa: En la primera reunión interdisciplinar de marzo, Mar le comentó el tema del covid. A ver la expresión de él, perdóneme señoría...

– Juez: Usted diga la expresión que tenga que decir.

– Marisa: “Estoy hasta el chocho del coronavirus”. Se levantó, dijo esa expresión y se terminó la reunión. Mar le dijo que teníamos que empezar a tomar medidas, que podía ser que tuviésemos posibles covid, empezar a comprar mascarillas, guantes, y la expresión de él fue la que le he dicho a usted.

El supervisor de auxiliares, Ángel, recordó ante el juez aquella reunión en términos casi idénticos, salvo un leve matiz en cuanto al término usado por Sampedro para mostrar su desaprobación: “Mar propuso mirar el procedimiento a seguir en caso de que [el covid] llegase a la residencia. Y qué medidas tomar y cómo funcionar en caso de que llegase aquí. Ese tema en reunión se tocó dos veces. Y el sí que se levantó una de las veces, no sé si fue la primera o la segunda, y las palabras textuales fueron: ‘Estoy hasta el chichi del coronavirus’. No dijo nada más. Lo dijo ya levantado y para salir fuera de la sala de la reunión”.

La propia Mar, aunque evitó usar la expresión literal atribuida por sus compañeros a Sampedro, confirmó cuál había sido su reacción en la reunión del 5 de marzo: “Él dice que está harto del coronavirus. Que está cansado de que le hablemos de ese tema”.

Las recomendaciones de Sanidad

Ese mismo día, 5 de marzo, el Ministerio de Sanidad aprobó un documento con recomendaciones de actuación para las residencias, entre las que se establece que los centros deben elaborar un plan de actuación que incluya las necesidades de equipos de protección individual (EPIs) y un plan de continuidad de la actividad ante las previsibles bajas de personal.

La Junta de Castilla-La Mancha envió dicho documento por correo a los directores de las residencias el sábado 7 de marzo. Nada más recibirlo, Sampedro se lo reenvía a los mandos intermedios y decide convocar a todos los empleados de la residencia para entregarles una copia.

Ángel, Marisa y Mar confirman que ese documento se facilitó a los trabajadores el lunes 9 de marzo, en un breve encuentro que no duró más de diez minutos y donde no se analizó el contenido de las recomendaciones de Sanidad. Estas fueron las palabras de la gobernanta ante el juez: “No fue reunión como tal. Duraría cinco o diez minutos. Imprimió la chica de recepción los documentos, los graparon, pasamos a un salón-comedor que hay, nos los dio y dijo que lo mirásemos nosotros. Pero reunión de explicarlo paso a paso, no hubo”. Ángel y Mar, por su parte, añadieron que los trabajadores tuvieron que firmar que habían recibido el documento.

El abogado de la acusación le preguntó a Mar si dentro de las habitaciones se pusieron, como recomendaba el documento de Sanidad, gel hidroalcohólico o toallitas de papel. “No. Se ponen varios dispensadores de hidrogel en los pasillos, al lado de los ascensores y al lado de la máquina de fichar. En los apartamentos no había”, respondió Mar.

El director se va

El martes 10 de marzo, José Manuel Sampedro anuncia a su equipo que al día siguiente no estará en la residencia. No les explica la razón exacta, sólo que tiene un “compromiso ineludible” fuera de Tomelloso. Esa cita es una declaración como testigo en un juicio en Madrid.

A primera hora de la mañana del 11 de marzo, la coordinadora de Enfermería llama a Sampedro para comunicarle que le han confirmado el primer caso positivo de un residente, un hombre que estaba hospitalizado.

Por la tarde, Sampedro regresa a Tomelloso, pero ya no acude a Elder. Informa a su equipo de que se encuentra mal y no puede ir a la residencia. Así cuenta Mar cómo se enteró ella: “Cuando yo le digo el miércoles ‘por favor, mañana ven a primera hora, que podamos organizar esto’, es cuando él me dice que no podía porque tenía fiebre y que no podía ir”.

Ángel también se enteró de una manera similar: “A mí él me dijo que tenía fiebre, me escribió que estaba malo, que no se encontraba bien. Nos dijo que tenía síntomas y que estaba esperando a hacerse una prueba”. La baja por covid no se la darán hasta el día 20, nueve días después de empezar a encontrarse mal.

Hay que señalar que muchas de las comunicaciones entre Sampedro y su equipo se producían a través de mensajes escritos o notas de voz por whatsapp.

Sampedro no volverá a aparecer por Elder hasta el lunes 16, pocas horas después de que el Sescam desplazase tres UVIs al centro y en la localidad empezase a extenderse la noticia de que el director estaba desaparecido.

El 11 se cierra Elder

El 10 de marzo, un día antes de viajar a Madrid, Sampedro había tenido una reunión con el Patronato de la Fundación Elder, titular del centro y que está presidido por su padre. Los dueños de la residencia deciden cerrarla el jueves 12 de marzo. La versión oficial es que el Patronato adopta este acuerdo a instancias del director del centro.

El primer caso de covid en la localidad de Tomelloso se había confirmado públicamente el 4 de marzo. Mar explicó en su declaración que el lunes 9 tenían en la residencia “dos personas con sintomatología, el martes otras tres y el miércoles ocho o nueve”. Por tanto, cuando se reúne el Patronato de Elder aquel 10 de marzo, había ya residentes con síntomas, pero todavía ningún positivo confirmado.

Cuando se confirma ese primer caso, en la mañana del 11 de marzo, con Sampedro en Madrid, los mandos intermedios deciden trasladarle al director que conviene cerrar de inmediato la residencia y no esperar al día siguiente. Así se lo explicó Ángel al juez: “Nos comunican que el residente era positivo cuando estábamos en la reunión de la mañana. Y el equipo dijimos ‘es que no hay que esperar, si ya hay un caso positivo’. Así que le propusimos a José Manuel cerrarla antes por el tema de prevenir”. La idea le pareció bien a Sampedro, quien ordena que a las tres de la tarde se cierren las puertas del centro.

Un hecho que el juez valoró especialmente en su auto de archivo para exculpar a Sampedro: “Debe considerarse muy positiva la medida adoptada por el director del centro de cierre de la residencia el día 11 de marzo, anticipándose incluso al Decreto 8/2020 del presidente de la Junta de Comunidades de 12 de marzo que establecía medidas en este sentido”.

“Cuanta menos gente en la residencia, mejor”

En principio parece razonable pensar que, una vez confirmado que el virus había entrado en Elder y con una docena de personas que presentaban síntomas, todas las manos serían pocas para luchar contra el covid en la residencia. Pero Sampedro llegó a la conclusión contraria.

El mismo 11 de marzo en que se confirmó el primer caso de covid, Marisa y otros miembros del equipo directivo recibieron un mensaje del director invitándoles a abandonar la residencia: “A algunos nos mandó un whatsapp y nos dijo que nos fuésemos a casa. A mí me dijo que me fuese de la residencia, que cuanta menos gente hubiese en la residencia, mejor”, señaló la gobernanta ante el juez, antes de añadir que ella no se había ido y aclarar quién había recibido dicho texto: “Ese mensaje se lo envió al supervisor de auxiliares, al trabajador social, a las chicas de oficina. No se lo mandó al fisio, y al terapeuta tampoco. Lo de los técnicos lo sé porque nos vimos los whatsapp unos a otros”.

El instructor preguntó por la misma cuestión en el interrogatorio a Ángel:

– Juez: ¿sabe si, aparte de las bajas, hubo gente a la que el director envió a casa a teletrabajar?

– Ángel: Constancia como tal, de decir que lo sé a ciencia cierta, no te podría decir. Pero fue un poco casualidad que la gente más cercana a él no viniese a trabajar. Un día hablando con él, porque como faltaban manos y estábamos desbordados y cualquier ayuda era buena, lo que le propusimos fue con todo el equipo hacer un cuadrante para gestionarnos mañanas, tardes y noches. Y yo meto a gente en el cuadrante de organización y esa gente no aparece. Cuando tenían que venir no vinieron. Así que interpreto que fue él quien le da la pauta a la persona para que no venga.

El entonces número dos de la residencia está por tanto convencido de que la prioridad del director fue proteger la salud de las personas “cercanas”, diciéndoles que no fuesen a trabajar a Elder, con independencia de la situación de falta de personal que se vivía en el centro.

Mar habla con Epidemiología y Sampedro se enfada

En ausencia del director, queda al frente de Elder el coordinador de Auxiliares. Pero la situación es preocupante y cada supervisor intenta solucionar los problemas que van surgiendo en su departamento. “Los médicos y Enfermería nos empezamos a dar cuenta de que algo raro pasaba sobre todo a partir del martes 10 por la tarde. La enfermera que da el relevo nos alerta que hay varios con síntomas”, rememora Mar ante el juez.

Así que en la mañana del día 11, Mar decide contactar con Epidemiología de Ciudad Real para explicar la situación que se vive y recibir instrucciones. Realiza una llamada a primera hora de la mañana y otra pocas horas después, cuando tiene la confirmación del primer residente positivo. A preguntas del juez, la supervisora de Enfermería explicó qué instrucciones le habían dado en Epidemiología: “Que todas las personas que presenten sintomatología se queden aisladas en sus habitaciones, que evitáramos los contactos lo máximo posible con ellos hasta que se les pudiera hacer la prueba. Lavado de manos continuo. Que todos los sanitarios lleváramos guantes y tuviéramos cuidado con eso porque podíamos transmitir el virus”.

– Juez: Estas indicaciones que le da la persona encargada de Epidemiología de Ciudad Real, ¿usted se las comunica al director?

– Mar: Sí, claro. Él no estaba. Yo le mando un audio, que se lo puedo dar si lo necesitan.

Poco después, la supervisora de Enfermería vuelve a ofrecer la entrega del audio de la conversación con Sampedro, pero el instructor no mostró mayor interés en el mismo.

El mismo día 11, por iniciativa propia, Mar escribe un correo electrónico a los trabajadores de Elder informándoles sobre las medidas que Epidemiología le había dicho que tenían que adoptar.

La iniciativa de Mar, de hablar con Epidemiología e informar a los trabajadores a través de un correo, cabrea a Sampedro. Así que escribe un mensaje de whatsapp a los mandos intermedios y a los técnicos recordándoles que nadie podía tomar decisiones sin consultar antes con Ángel.

El supervisor de Auxiliares lo relató en estos términos durante su declaración testifical: “Mar empezó a saltarse la figura del director y empezó a llamar al Sescam y a Epidemiología para que nos diesen pautas, porque nadie nos decía nada ni sabíamos cómo teníamos que hacer las cosas. Él se enfada porque Mar manda un correo y entonces él manda por whatsapp al grupo, que la gente se dirija a mí y que yo sea quien se lo diga a él, para que él sea quien tome la última palabra”.

– Juez: ¿Sabe por qué motivo Mar obvia dar cuenta al director y acude directamente a Epidemiología?

– Angel: A ver, creo que fue porque, aparte de que ya se le había dicho varias veces que había que empezar a tomar medidas por si esto llegaba aquí y no se tomó ninguna, [Mar] vio que había muchísimos residentes con síntomas y que se estaban multiplicando día a día, y que iba a ser muchísimo peor. Ella dijo “o doy un paso más, o esto va a ser peor aún”. Y yo sinceramente creo que fue lo más acertado que pudo pasar, porque es que si no, en vez de la cantidad que murieron, hubiesen fallecido más.

Sin información a los familiares

Con la residencia cerrada y con parte de los empleados de recepción y oficinas teletrabajando, comunicarse con Elder pasa a ser una tarea casi imposible para los familiares de los residentes.

“A ver, no había recepción, no había nadie en administración. Entonces, la gente llamaba, si podías coger el teléfono lo cogías, pero nosotros a lo que estábamos era a atender los residentes. Sé que para ellos tuvo que ser... Vamos, no te cogen el teléfono. Yo he cogido alguna llamada y la pasaba a Enfermería”, rememoró Marisa ante el juez.

Un recuerdo similar transmitió Mar: “No había nadie en recepción y el teléfono de Enfermería no paraba de sonar. No podíamos llegar a más. Eso era un problemón, no podíamos asumir cogerlo”. Y también Ángel: ”Sí que es verdad que el teléfono no paraba de sonar. La recepción estaba vacía porque no había personal”.

Algunos familiares de residentes, desesperados, llegaron a llamar a la Guardia Civil para ver si podían acudir a la residencia y obtener información sobre el estado de salud de algún allegado.

Sin material de protección, sin protocolo

Desde finales de febrero, la supervisora de Enfermería expuso la necesidad de adquirir material de protección. Pero lo cierto es que a Elder prácticamente no llegó nada hasta que el día 15 de marzo se produce una primera actuación en la residencia del Sescam.

Mar le indicó al instructor que se había interesado en varias ocasiones ante Sampedro por ese material de protección: “Le pregunto el día 9 si ha pedido el material. Me dice que sí, supuestamente lo había pedido. Y le pregunto por lo menos en dos o tres ocasiones más por whatsapp, qué pasa con ese material, que no llega, que no llega. Que ya tenemos positivos de verdad, que no es lo mismo tratar a unos que a otros. También lo digo por el grupo general, que no me vale estar con una mascarilla quirúrgica tres días cuando estás tratando a un positivo, que no teníamos EPIs, que no teníamos nada. Y él, en el grupo general, me dice en una ocasión que si no tenemos más mascarillas era porque yo no las había pedido. Entonces yo le digo que cómo es capaz de decir eso. Cuando yo a la farmacia le pedí todas las que me pudiesen suministrar”.

“Uno de los días José Manuel me dijo que me dejaba cinco mascarillas en mi mesa para el departamento de Enfermería y médico”, indicó el coordinador de auxiliares ante el juez. Mar detalló que esa entrega fue el miércoles 11 por la mañana y que el director de Elder les había dicho el día anterior que en Enfermería debían utilizar mascarillas.

Ángel continúa su relato sobre el tema de las mascarillas una vez que Sampedro regresa de Madrid y deja de acudir a Elder: “Me dice que tiene en su despacho una caja, pero claro la caja está bajo llave y no tenemos acceso a la caja. Yo le digo que mande a alguien con la llave, me dice que él no puede venir porque está malo. Le digo que mande a su padre o que mande a alguien, y no viene. Al día siguiente, el trabajador social creo que fue quien pasó por su casa a coger la llave. Me dieron la caja de 50 mascarillas [...] Cuando a él le digo que con 50 mascarillas no hacemos nada, que solo salvábamos el turno de mañana, que por la tarde no había, él me dice que Bea, la chica de recepción, había pedido mascarillas. Que había pedido 900 o 600. Una cantidad elevada, pero nunca llegaron”.

La entrega a Ángel de esas 50 mascarillas se produjo cuando Elder ya estaba cerrado. El día que las recibió, estaban trabajando por la mañana 51 personas, así que en realidad no sirvió ni para “salvar” ese turno al completo. Y, por supuesto, todos los residentes estaban sin mascarillas.

El viernes 13 de marzo, los tres coordinadores decidieron repartir las comidas en las habitaciones y usar material de plástico. Pero había que adquirir ese material y la compra vino acompañada de un pequeño golpe de suerte. Así se lo contó Ángel al instructor: “Como material desechable no había y la chica del departamento de compras no venía porque estaba con síntomas, fuimos el trabajador social y yo a un bazar a comprar material de plástico desechable. Justo en la caja había tres cajas de mascarillas y las cogí, porque como no teníamos. Y con esas fuimos tirando. Pero vamos, eran mascarillas quirúrgicas, y las usábamos pues un día y medio o dos”.

Un relato que confirmó en su declaración la gobernanta: “Las mascarillas que teníamos ese fin de semana es porque el trabajador social y Ángel fueron a comprarlas a los chinos”.

Más allá de las mascarillas, las residencias eran las responsables de contar con EPIs, según la normativa en vigor antes de la pandemia. De hecho, en toda España hubo centros que a finales de febrero tenían suficiente material de protección y otros que no. Elder estaba en este segundo grupo.

Los mandos intermedios tampoco conocían la existencia de un plan de contingencia para proteger a los mayores. “No, no teníamos protocolo”, contestó Marisa ante las preguntas del abogado de la acusación.

Ángel, por su parte, narró la siguiente conversación con Sampedro: “Él por Whatsapp a mí me dice que el protocolo lo va a hacer él, y que la información nos la va a dar él. Pero en ningún momento llega la información, ni llega él, ni hubo protocolo”.

Fin de semana sin médico y sin enfermera de noche

Elder no disponía de Enfermería de noche. Tampoco tenía obligación legal alguna en ese sentido, puesto que la normativa de Castilla-La Mancha no lo establece. Cuando un mayor se ponía enfermo de noche, las auxiliares llamaban al centro de salud, que era quien se encargaba de atenderle. En el departamento dirigido por Mar trabajaban tres enfermeras por la mañana, contándola a ella, y dos por la tarde y los festivos. Ninguna se dio de baja durante la crisis vivida en el centro. 

En cuanto a médicos, Elder contaba con dos: Osvaldo tenía un contrato de 30 horas a la semana y Conchi, que tenía otro trabajo principal, iba al centro seis horas semanales.

Pero cuando llega el fin de semana fatídico en el que empiezan a fallecer residentes, el 14 y 15 de marzo, lo cierto es que no hay médicos en la residencia. Osvaldo acababa de coger la baja y Conchi no trabajaba allí ese fin de semana. Y tampoco había Enfermería de noche. 

Esto último no le pareció razonable a Belén, la coordinadora de Atención Primaria del hospital de Tomelloso que contactó con Mar ese fin de semana. Así que le indicó que era necesario que hubiera una enfermera de noche. Mar sostiene que le transmitió esta orden al director. Pero lo cierto es que esa medida no se adoptó de forma inmediata y fue uno de los elementos que desencadenaron la decisión de las autoridades sanitarias de intervenir Elder.

“Un barco a la deriva”

Tras hablar con Epidemiología el día 11, la supervisora de Enfemería ordenó que los residentes con síntomas quedaran aislados en las habitaciones. En esa fecha comienza también la monitorización referente al covid: todos los días por la mañana y por la tarde se toman temperaturas y saturaciones. 

El fin de semana se acercaba y las guardias de los mandos intermedios eran telefónicas. Pero Ángel decidió que, a la vista de la situación que se vivía en Elder, había que cambiar el sistema. “Yo no tomaba ninguna decisión sin informar a José Manuel. La única decisión que tomé fue que, conforme veíamos el fin de semana, dije que consideraba que teníamos que hacer la guardia presencial y yo me ofrecí voluntario para estar ese fin de semana. Propuse ir presencialmente allí para ir ayudando. Fue lo único que decidí yo”.

Así que Ángel fue a trabajar a Elder el sábado por la mañana. A las doce y media llamó a la gobernanta, según le indicó esta al juez: ”Me dice: ‘Marisa, vente porque la situación no está muy bien’. Yo me fui a la una y media. Conforme iba avanzando el día, íbamos viendo que la situación iba empeorando. A las once de la noche falleció la primera persona y a las dos de la mañana la segunda”.

Ángel recuerda que ese sábado llamaron al centro de salud. “[El sanitario] que vino del centro de salud nos vio tan desinformados, vio tal caos en el centro, que no llevábamos una organización, que no estábamos protegidos, que nos pidió a Marisa y a mí que reuniésemos a todo el personal que estábamos en el centro en ese momento. Me acuerdo perfectamente que fue en el comedor, nos dijo que no éramos conscientes de la gravedad del asunto, que estábamos poniendo en riesgo a nuestras familias. Fatal. Todos los trabajadores llorando”.

“Cuando todo empieza nos encontramos un barco a la deriva”, resumió Marisa ante el instructor, “conforme iban saliendo las cosas, íbamos tirando”.

El Sescam se empieza a mover y llama a Sampedro

En ese ir tirando, la supervisora de Enfemería vio una luz la mañana del sábado 14, cuando recibió una llamada de Belén, la coordinadora de Atención Primaria del Hospital de Tomelloso. Quería saber qué estaba ocurriendo en Elder. “A partir de ahí yo no dejo de hablar con ella por teléfono”, explicó Mar en su declaración testifical. “Belén se pone a disposición mía y del centro para lo que necesitáramos. Ese mismo día lo pone en conocimiento de la gerente. Y me dice que todo el material que necesitemos que se lo pida y estamos más en contacto. Belén también me pide el número del director para poder hablar la gerente con él, y yo se lo proporciono. Y lo llamo a él, no me contesta, así que le escribo y le digo: ‘Es importante, cógeme el teléfono’. Pero bueno. No sé a qué hora se ponen en contacto con él. Yo les doy el teléfono”.

Mar se va el sábado por la noche a su casa y, cuando regresa la mañana del domingo, le informan de que esa noche han fallecido cinco personas. “Llamo corriendo a Belén y le digo “mira, yo no sé qué pasa, pero han muerto cinco y esto no es habitual. Yo no sé qué hacer aquí. Están todos en sus habitaciones, pero creo que están contagiados’”.  

El domingo 14 por la mañana, Belén habla con su jefa: Silvia Quesada, que apenas dos semanas antes había sido nombrada gerente del área sanitaria de Tomelloso. Y le informa de que en Elder se han producido cinco fallecimientos de residentes durante la noche. Ambas deciden llamar a Sampedro. “La primera llamada es para que nos diga qué problemas tiene, por qué había tantos fallecimientos, en qué podemos ayudarle y un poco por entender la situación para tomar las medidas pertinentes”, le indica Quesada al instructor.

– Juez: ¿Qué explicación le da cuando le preguntan qué está sucediendo?

– Silvia Quesada: Nos demandó EPIs. Le dijimos: “Mira, que estamos viendo que están enfermos, que está falleciendo mucha gente”. “No, no te preocupes, que nosotros lo que necesitamos es que nos deis EPIs, 500. Le dijimos: “Es que no tenemos tantos ni para nosotros”. Te podremos dar unos pocos, pero no tenemos muchos, utilizarlos de manera racional, que se puedan reutilizar.

La responsable sanitaria también recuerda que Sampedro le cuenta que “se encontraba mal, que llevaba una semana sin ir a la residencia, y que además tal como estaba la situación no quería acercarse. Él decía que estaba enfermo. La sensación que tuve en aquel momento no era de ‘dios mío, dios mío, que nos ayuden’. Era una sensación de ‘dadme EPIs, no te preocupes, yo es que estoy malo en casa, pero yo lo mando y con eso ya nos apañamos’. Era una cosa en la distancia”, rememoró Quesada ante el juez.

La tarde del domingo, Belén le explica a su jefa que la situación en Elder no mejora: “Belén me dice ‘he hablado con Mar, me dice que hay muchos enfermos, que no saben qué hacer, que no saben cómo están’. A las siete o las ocho de la tarde llamé al director general de Salud Pública, Juan Camacho, y le dije ‘mira Juan, están falleciendo muchos pacientes en la residencia. Hay que hacer algo. No podemos seguir así’. Al rato me llamó Santiago Cortés, que luego sería el coordinador socio-sanitario de Castilla-La Mancha, y me dijo ‘vamos a remover cielo y tierra para mandar algún equipo’. El domingo 15 por la noche envió a un equipo de profesionales para ver a los pacientes. Se pasaron seis horas evaluando a todos los pacientes”.

Belén es la encargada de informar a la coordinadora de Enfemería de que el Sescam enviará esa noche un equipo a Elder. Así lo recuerda Mar: “Me llama Belén y me dice ‘tienes que mandar ya a una enfermera para allá porque va un médico militar a hacer un triaje y necesitamos una enfermera que conozca a la gente’. Llegan UVIs para valorar y hacer un triaje con un médico militar. Belén también gestionó para el día siguiente, para el lunes a primera hora, que fueran dos médicos del centro de salud con dos enfermeras para apoyarnos con todo lo que necesitáramos”.

En la noche del domingo, se desplazan a Elder varias UVIs móviles. Los médicos deciden derivar a nueve residentes: cinco al hospital de Tomelloso y cuatro al de Villarrobledo. Al día siguiente, 16 de marzo, el personal del Sescam realizó pruebas PCR a casi medio centenar de residentes.

Fotos y declaraciones en la tele

Marisa explica que recibe una llamada de Sampedro a las dos de la mañana pidiéndole que hiciera una foto a las UVIs que estaban apostadas a la puerta de la residencia: “Ese domingo vino por la tarde la primera ambulancia y por la noche ya vinieron otros dos equipos. La calle estaba llena de UVis porque ahí fue donde se hizo el cribado con la gente que podíamos derivar. Y me llamó a mí a las dos de la mañana para decirme que saliese a la calle para hacerle una foto a las UVIs. Evidentemente, no salí a hacérselas”. 

– Juez: ¿Le explicó el motivo por el que quería esas fotos?

– Marisa: No.

Lo cierto es que Sampedro estaba a punto de experimentar una recuperación repentina de salud. Al menos así lo recuerda Ángel: “La noche del domingo o por la mañana, no sé cuando, me escribió y me dice ‘Ángel, sigo malo, no voy a ir’. Y ya fue cuando por redes empezó a circular que el director no estaba yendo a la residencia y tal. Y de repente, cuando estábamos en el reparto de comidas, llegó y nos dijo que qué tenía que hacer. Le pusimos una bata de las que nos había dado el Sescam. Y lo primero que hizo al llegar fue: ‘¿Me podéis decir que residente no tiene síntomas para hacerme una foto?’. Marisa y yo nos quedamos como diciendo, la prioridad aquí ahora mismo es otra. Yo hice caso omiso totalmente a eso, ni le contesté y me fui a seguir mi marcha. Yo ahí ya dije, si después de la que tenemos aquí liada lo más importante es esto, apaga y vámonos”.

– Juez: ¿Le dijo por qué quería una foto?

– Ángel: No me lo dijo, pero vamos luego se vio. Subió fotos con trabajadores en redes sociales diciendo que todo estaba bien.

Marisa confirmó plenamente la versión de Ángel sobre las prioridades del director de Elder tras regresar de repente a la residencia el lunes, después del fin de semana infernal que habían vivido: “[Sampedro] llegó al patio de la residencia, de hecho llegó a mi altura y me dijo, ‘bueno, ¿a qué os ayudo?’. Y le dije ‘a nada porque ya les hemos dado de comer’. Nos fuimos Ángel y yo a la oficina y él se marchó a las dos y media a su casa. Volvió a las cuatro y le dijo a Ángel que buscase a los residentes que mejor estuviesen para hacerles una foto para subirla [a las redes]. Ángel no hizo caso en ese momento. Me lo dijo a mí para poderles hacer una foto. Yo tampoco hice caso de buscar a nadie para hacer fotos. Ángel y yo nos fuimos a las nueve y media o diez a casa a ducharnos. Se hizo una foto con dos compañeras, que fue cuando subió la foto esa de que todo estaba bien y al día siguiente salió dando las declaraciones que dio”.

Ese lunes 16, el director de Elder escribió en el perfil de Facebook de la residencia el siguiente mensaje: “¡Estamos bien! Residentes, trabajadores y responsables del centro. Ni nos ha tomado el Sescam ni el Ejército. Seriedad, por favor. Estamos trabajando siguiendo las indicaciones del Ministerio de Sanidad. #Stopbulos #Stopmaldad”. El concepto “estar bien” es sin duda relativo, pero difícilmente encaja en una residencia donde acaban de fallecer una decena de personas, que no dispone de médico y donde los trabajadores están completamente desbordados.

En cuanto a las declaraciones a las que se refiere Marisa, se producen el miércoles 18 primero en una televisión nacional y luego en otros medios, un día después de que el Sescam le comunicase que intervenía la residencia. Sampedro denuncia que la Administración les ha dejado abandonados pese a sus peticiones de ayuda. “Era como una película: veías entrar una caja, salir otra...”, llega a afirmar Sampedro, que no estaba en la residencia aquel fin de semana que empezaron a fallecer los ancianos.

El regreso de Sampedro

Recordemos la secuencia temporal de la ausencia de Sampedro: el día 11 a primera hora de la mañana Mar le comunica por teléfono la existencia del primer positivo, casi al mismo tiempo empieza a sentirse muy mal, ese día regresa a Tomelloso pero ya no tiene fuerzas para acudir a Elder, los cuatro días siguientes también está ausente, pero en cuanto llegan las UVIs del Sescam el 15 por la noche y en la localidad empieza a extenderse el rumor de que el director de Elder está desaparecido se recupera, y el 16 se presenta en la residencia. La baja médica por covid, sin embargo, no la recibe hasta el 20 de marzo.

Su preocupación inicial, según declararon Ángel y Marisa, era hacerse una foto para poder afirmar en redes que todo estaba bien. Pero lo cierto es que, en teoría, estaba de nuevo al mando del centro.

– Juez: ¿Quién dirigió el centro el lunes 16? ¿Estaban supervisados por alguien?

– Marisa: No. Estábamos Ángel y yo conforme nos iban surgiendo las cosas. Él no se pronunciaba.

Claro que para explicar la situación de abandono que sintió el que entonces era el equipo de confianza de Sampedro, quizá el momento más esclarecedor de las declaraciones testificales se produjo en una parte del interrogatorio del abogado de la acusación –Luis Miguel Polo– a la supervisora de Enfermería. Fue este:

– Abogado acusación: Cuando decidió aislar por primera vez a un usuario, del 10 al 11, ¿la decisión la toma usted o la dirección?

– Mar: La tomé yo.

– Abogado acusación: Cuando informa al director del centro de que hay un positivo confirmado, ¿él le da alguna instrucción?

– Mar: No.

– Abogado acusación: Desde el 9 de marzo, que es cuando da el dossier a los trabajadores, hasta el día 15, que es cuando Sescam hace el triaje, ¿hace el director alguna actuación para proteger la salud de los residentes, toma alguna medida?

– Mar: No.

– Abogado acusación: Cuando se reincorpora el día 16, ¿adopta alguna medida?

– Mar: No. Nos decía que en qué ayudaba. Que qué hacía.

– Abogado acusación: ¿Que qué hacía?

– Mar: Que le dijéramos, según la organización que nosotros habíamos estructurado, que le dijéramos qué tenía que hacer.

Ángel, según confesó al instructor, le transmitió directamente a Sampedro su decepción: “Cuando él volvió a la residencia, se lo dije: ‘Creo que no has sido consciente de todo lo que hemos vivido aquí’. No entendía que no se hubiesen hecho más cosas. Puedes estar en tu casa, pero eres el director de un centro, puedes moverte y traernos gente con material, mandar recursos, darnos pautas. No sé”. 

Las bajas de Personal

La situación de Elder hizo que muy pronto se disparasen las bajas de personal, en unos casos porque también estaban contagiados, en otros por miedo ante el caos que se vivía y en algunos porque el propio director les había ordenado que teletrabajasen. El resultado es que, quienes quedaron en el centro, empezaron a doblar y hasta triplicar turnos. 

La gobernanta se lo explicó al instructor sin ahorrar detalles: “Luego el día 16 la gente empezó a marcharse. Los poquitos que estábamos, estábamos... Ángel y yo estuvimos noche y día allí. Nosotros entramos un sábado, nos fuimos el domingo a casa por la mañana a ducharnos y nos volvimos otra vez. Estuvimos todo el domingo, toda la noche, Todo el lunes, nos volvimos a casa a las nueve y media o diez a ducharnos, nos volvimos otra vez. Del martes al jueves ahí juntamos 50 horas seguidas, nosotros no nos pudimos ir. No había gente, entonces claro, te tenías que quedar con ellos. Y con la poquita gente que había, hacíamos de todo. Yo como gobernanta, si tenía que coger temperaturas, cogía, si tenía que dar de comer daba de comer. De hecho, fui la única trabajadora que tuve que meter a un residente en una caja. Vino una funeraria de Madrid y dijo que yo se la tenía que entregar... Todo el mundo desapareció”.

– Juez: Cuando dice que la gente desapareció, ¿se refiere a que dejó de ir o se cogió bajas?

– Marisa: Se fue. Llamaban: ‘Estoy mala, que tengo síntomas’. Entonces, yo no puedo decirle a una persona si me está diciendo que tiene síntomas, vente a la residencia. Si tienes o si no, ya cada uno es su conciencia.

–Juez: ¿Sabe si, antes de la intervención del Sescam, se intentó suplir al personal que se había dado de baja?

– Marisa: Nosotros no sabíamos ni cómo hacer ese papeleo. Es que no estaba la que contrata.

– Juez: ¿Esa persona estaba de baja?

– Marisa: No. Esa se fue porque le mandó un whatsapp para que se marchase a su casa.

La supervisora de Enfemería se lo explicó también al instructor, con precisión, cuando le preguntó si el personal que había en la residencia era suficiente para atender a las personas que había allí: “Lo que pasó realmente es que quienes estábamos, estábamos todo el día allí, y luego había muchos que no estaban”.

Desde que se confirma el primer positivo el día 11 hasta que el Sescam asume el control de la residencia el día 20, más de una treintena de trabajadores se dieron de baja.

En todos los interrogatorios, el juez preguntó por las gestiones realizadas para suplir al personal que se iba dando de baja. Ángel, Marisa y Mar coincidieron en que las bajas no se cubrieron hasta que llegó el Sescam. “A mí por whatsapp un día me dijo que estaba hablando para contratar un médico, pero nunca llegó allí nadie más”, indicó Ángel.

Residentes sin sectorializar

Elder tiene una estructura poco común en una residencia, puesto que buena parte de los mayores vive en pequeños apartamentos de dos personas, donde cada uno tiene su habitación y comparten el baño. Además hay dos plantas con el esquema tradicional, con habitaciones en su mayoría compartidas por dos personas. A priori, es una arquitectura que debería facilitar la sectorización de la residencia, es decir, la separación de los mayores según fuesen positivos, tuviesen síntomas o no.

Es cierto que, para realizar una sectorización correcta, era fundamental tener pruebas PCR para saber quiénes eran realmente positivos. En caso contrario, los asintomáticos seguirían siendo un vector de transmisión del virus.

Este tema es el único donde los tres mandos intermedios no ofrecieron una versión coincidente ante las preguntas del instructor.

La coordinadora de Enfemería declaró que, en su opinión, no habría sido posible llevar a cabo esa división de los residentes antes de la llegada del Sescam. Y no solo porque no se hicieron PCRs hasta la mañana del 16 de marzo, sino también por otros impedimentos: “Si había 150 residentes, cada vez que tu movías a alguien, había que limpiar la habitación, mover todas las pertenencias de esa persona. Era un despliegue de gente, para moverlos, para no moverlos, si eran dependientes había que llevarlos...”.

La gobernanta, en cambio, defendió que se podía haber hecho mucho más: “Se podía haber separado a los residentes desde un principio cuando estábamos todo el personal. Cuando empezó el primero y estaba todo el personal, sí se podía haber hecho un ala para positivos y posibles positivos, y otro para los negativos. Pero ya una vez que todos se empezaron a contagiar y sin personal...”.

El abogado de la defensa, Juan José Losa, intentó salir al paso de esa afirmación de la gobernanta: 

– Abogado de Sampedro: Ha dicho usted que se podía haber sectorizado en febrero. ¿Es verdad que hasta el día 16 de marzo no pudo haber resultados de pruebas PCR en la residencia?

– Marisa: No había PCRs. Pero si el Departamento de Enfermería, que es el profesional y es el que sabe, te está diciendo que puede haber posibles contagios y que hay gente con febrícula... creo que al Departamento de Enfermería se le podría haber hecho caso. Y pienso que si se le hubiese hecho caso desde un principio, se hubiese evitado mucho.

Ángel, por su parte, también sostuvo que podrían haber adoptado más medidas para dividir a los enfermos, en este caso a preguntas del abogado Luis Miguel Polo.

– Abogado acusación: ¿la residencia tenía capacidad para haber hecho sectorizaciones?

– Ángel: La infraestructura de la residencia fue la misma en todo momento. Se podía haber hecho.

– Abogado acusación: si se hubiera hecho esta sectorización, ¿se hubieran evitado contagios?

– Ángel: Si se hubiera hecho desde el inicio, por supuesto que sí.

El Sescam toma el control

El lunes 16, Silvia Quesada encarga a Verónica, una enfermera de atención primaria en el Hospital de Tomelloso, que visite las residencias del área sanitaria para ver cuál era su situación. Esa misma mañana empezó a visitar centros. Por la noche, Verónica le informa de que “en Elder no acaban de separar, no acaban de diferenciar. La gente se sigue contagiando”.

Tampoco habían hecho caso a la orden de tener servicio de enfermería por la noche, que desde el Sescam habían transmitido a Elder el domingo. Eso fue, según explica Silvia Quesada, el detonante para ordenar la intervención del centro: “El martes por la mañana, Belén y Verónica vuelven hablar conmigo y me dicen ‘mira Silvia, sabemos a ciencia cierta, por los trabajadores de la residencia, que no ha habido nadie con los pacientes por la noche. No está haciéndose cargo nadie de ellos por la noche. Ahí fue cuando yo ya dije ‘no puede ser’. No podemos dejar que esto siga así, no podemos dejar que los pacientes sigan falleciendo. Tenemos que hacer algo para evitar que sigan contagiándose y que sigan cayendo a la velocidad que están cayendo”.

Quesada habló entonces con Sampedro para anunciarle que iba a proponer la intervención de la residencia: “Le dije ‘mira, ha pasado esto el domingo. Ya habíamos mandado un protocolo para que actuarais. Ya os habíamos dicho lo que teníais que hacer. El domingo pasó que tuvimos que ir. El lunes no ha habido enfermera y no puede ser. Vamos a tener que intervenir. Voy a hablar con el delegado de la Junta para hacer un informe y comentarle lo que he visto”.

El juez se interesa por saber cómo reaccionó Sampedro ante este anuncio. “Muy indignado, ofendiendo y en plan ‘no sé por qué me hacéis esto’. No recuerdo las palabras exactas, recuerdo que se enfadó bastante. Y yo le dije, ‘mira, yo no voy a permitir que bajo mi responsabilidad como gerente del área sanitaria, si está en mi mano, fallezca nadie más’. Pero no recuerdo las palabras exactas, sé que se ofuscó muchísimo”, declaró Quesada.

El instructor también pregunta por qué pautas o protocolos había incumplido Elder. “Protocolos de coronavirus no había, pero sí recomendaciones en las que les decíamos los EPIs hay que ponérselos, los pacientes hay que separarlos, los circuitos tienen que ser diferentes”, contestó la responsable sanitaria.

Las medidas del director provisional

El día 17, la Junta de Castilla-La Mancha ordena intervenir la residencia, lo que se traduce en el nombramiento de un nuevo director provisional. El elegido es Miguel Ruiz, quien había sido precisamente el antecesor de Sampedro al frente del centro. En concreto, Ruiz había dirigido Elder entre 2002 y 2017.

Miguel Ruiz se incorporó a su cargo el 20 de marzo. En su declaración como testigo, explicó las primeras actuaciones que realizó nada más llegar a Elder: “La primera medida que tomo es coger a los psicólogos y empezar a hacer un equipo de psicología, de tal manera que empiecen a atender a los residentes y a los familiares. Toda comunicación con las familias había desaparecido. Al haber desaparecido el personal de oficina y de recepción, nadie cogía los teléfonos. Se podía llamar directamente a las plantas, pero el caos existente en esos momentos en la residencia impedía que los profesionales pudiesen atender los teléfonos. No era la prioridad bajo ningún concepto”.

Ruiz continúa relatando al juez las medidas adoptadas: “Se hace la sectorización en los apartamentos. Se asigna personal a cada uno de los sectores, teníamos sector positivo, sector negativo y sector pendiente de PCR. Se establece una burbuja en cocina. Reestructuramos lo que es el servicio de enfermería, para poner enfermería por la noche. A las dos semanas suprimí el teletrabajo por la necesidad de atención telefónica”.

También dedicó esfuerzos a sustituir el personal que estaba de baja, que cifró en 35 personas el día que llegó, de un total de 107 empleados. “Contactamos con todos los ayuntamientos de la zona para que nos diesen su bolsa de trabajo para llamarlos, contactamos con todos los centros de formación de personal sociosanitario, contactamos con Caritas, contactamos con toda persona que nos pudiera dar nombres que poder llamar para ofrecerles un trabajo”, detalló. En poco más de dos semanas, según su versión, cubrió la mayoría de las bajas.

La gobernanta confirmó estas actuaciones para cubrir las bajas de personal: “Cuando vieron que no había gente, enseguida pusieron un anuncio publicitario en Radio Surcos, dieron mi número de teléfono y enseguida se cubrió la plantilla. No hubo problemas de contratación”. Eso en cuanto a las incorporaciones. Pero también empezaron a regresar otros empleados: “Las de oficina fueron porque el Sescam llamó a todos los trabajadores que estaban de baja. Y la gente empezó a llegar. Volvió más de uno. La oficina se cubrió enseguida”.

En la misma línea se pronunció el coordinador de auxiliares: “Se cubren todos los puestos, se modifica el cuadrante, se aumentan presencias para que hubiese más gente. Y la verdad es que Marisa y yo por lo menos empezamos a respirar”. Y también llega material para proteger a los mayores: “Los residentes no tuvieron mascarillas hasta que la residencia fue intervenida porque no teníamos ni para los trabajadores”, sostuvo Ángel.

Lo que no se hizo en Elder

En los interrogatorios que el juez realizó a los tres responsables del Sescam que declararon como testigos hubo dos temas de interés recurrente: qué medidas se podían haber adoptado en Elder antes de que la Administración tomase el control y si lo ocurrido en esa residencia era algo excepcional.

La más didáctica en sus respuestas fue Silvia Quesada: “Creo que hay dos cosas que se podrían haber hecho y que hubieran cambiado bastante. Una, poner más énfasis en sustituir a las personas que estaban enfermas porque no puedes hacer que el personal esté trabajando 72 horas. Si ellos hubieran conseguido personal, se podía haber prestado una mejor asistencia sanitaria. Los podrían haber ordenado para evitar que se contagiaran. Y la segunda, tenían que haber pedido auxilio. No es pedir EPIs. Es decir ‘ayudadme por favor, que se me está yendo de las manos, que tengo a muchos pacientes enfermos’. Es reconocer, como ha ocurrido en otras residencias, ‘no puedo, no llego, por favor Sescam ayúdame’. Y entonces nosotros hubiéramos ido y hubiéramos hecho las cosas de otra manera”.

Miguel Ruiz respondió con una metáfora: “El gran problema cuando llegué es que me encontré un barco sin dirección. Flotaba mal, estaba haciendo aguas, estaba hundiéndose, pero no había una dirección. La gente que estaba trabajando no tenía ningún tipo de directriz. Todos hacían de todo. Estaban los terapeutas ocupacionales dando de comer, los psicólogos ayudando a hacer camas”.

El día 30 de marzo, la Junta nombró a Miguel Ruiz responsable de las residencias ubicadas en Ciudad Real, de forma que compaginó este cargo con el de director provisional de Elder. Ello le permitió visitar otros muchos centros durante aquellos primeros meses de la pandemia y establecer comparaciones. “Nadie puede controlar que el virus entre en una residencia. No depende de nadie. El virus entra y entra. Esto no hay quién lo pare. Tiene entidad suficiente para ser devastador. Lo que sí marca la diferencia es cómo se ataca. Si tienes protocolos y planes de contingencia, de tal manera que sectorizas inmediatamente, estableces circuitos de limpio y sucio inmediatamente, la pandemia se ataca”.

Además, Ruiz otorga un papel clave a la figura del director: “La diferencia que ha existido en el resultado obtenido en unos centros u otros ha dependido directamente del liderazgo que ha ejercido el director. Cuando han existido directores o liderazgos fuertes, con las ideas claras, han tirado con todo esto para adelante”.

Silvia Quesada también tiene claro que Elder se salió de la norma. “No se intervino en este área sanitaria ninguna otra residencia. Acataron lo que se dijo y no hubo ningún problema. Y en otras gerencias, por lo que tengo conocimiento, no ha habido ningún otro caso en que haya habido resistencia, se ha actuado porque la residencia ha pedido la ayuda. Pero esta situación en la que fuimos nosotros los que dijimos ‘hasta aquí’ y ‘esta situación no puede seguir’, no conozco ningún otro caso”.

Verónica, la enfermera que se encargó desde el 16 de marzo de visitar a las residencias del área sanitaria por encargo de Quesada, concluyó que “la diferencia entre Elder y otras era considerable. En Don Quijote, nada más entrar, estaban sectorializados por colores. Tenían equipos de protección en la entrada. Dependiendo del color, entrabas de una manera u otra. La comida ya se servían dentro de la habitación. En una roja, entraban con FP2, en otras entraban con mascarilla quirúrgica. Intentaban evitar la transmisión de alguna manera. Todos los pacientes estaban aislados. Nadie tenía contacto con nadie. Me llamó la atención. La directora me dijo que las había tomado [las medidas] en torno al 9 de marzo. En aquel momento, no había ningún caso positivo en Don Quijote. En Socuéllamos los habían distribuido por plantas, covid o no covid. Estaban aislados y entraban con EPIs”.

El fin de la intervención del Sescam

A mediados de mayo de 2020, Silvia Quesada emitió un informe donde solicitaba el levantamiento de la medida de intervención de Elder. “La situación estaba estabilizada. Se había contratado a las personas que se necesitaba para cuidar y que todo estaba tranquilo. No hay necesidad de seguir”, indicó la responsable sanitaria al juez.

José Manuel Sampedro regresa entonces a la dirección de la residencia. Mar abandona prácticamente de inmediato su puesto en Enfermería. A Ángel, según explica él mismo, el director le invita a salir. Marisa es la única que sigue en Elder, aunque lleva bastante tiempo de baja.

Por el camino se han quedado los 75 mayores fallecidos. Ocho familias siguen confiando en que se conozca la verdad y los tribunales hagan justicia.

Sampedro lo niega todo

La declaración del director de Elder ante el juez Daniel Vicente Pérez se produjo el pasado 27 de julio, después de que hubiesen comparecido los seis testigos. En diversos momentos, José Manuel Sampedro demostró que conocía el contenido de las declaraciones testificales, al utilizar frases como “se ha dicho aquí”.

Mientras que los testigos tienen la obligación legal de decir la verdad, y si no lo hacen cometen delito de falso testimonio, la persona que acude como investigada puede mentir.

Sampedro negó todas las acusaciones realizadas por los testigos que eran perjudiciales para su defensa.

Sampedro negó que en la reuniones interdisciplinares Mar le hubiese solicitado medidas de protección:

–Juez: ¿La coordinadora de Enfermería le dijo o le requirió a usted que se adoptara alguna medida relativa al covid?

– Director de Elder: No. Y además estaría escrito en actas y no está. Nunca.

Sampedro negó que le hubiese molestado la iniciativa de Mar de contactar con Epidemiología: “Para nada. Yo sé perfectamente que en aquel momento, y siempre, la relación del hospital ha sido con Enfermería y con el médico. Y viceversa”.

Sampedro negó que le hubiese enviado a la gobernanta un mensaje diciéndole que se fuera a casa tras conocerse el primer caso de residente positivo: “¿A Marisa? No, no, no. Para nada. Yo en ningún momento, y durante esos días menos”. Y tampoco lo hizo con otras personas:

– Juez: ¿Le pudo decir a alguna persona que se quedara en su casa, que cuantos menos estemos aquí, mejor?

– Director de Elder: ¿Que yo dijera cuantos menos estemos aquí mejor? No, nunca. Nunca he dicho eso porque además no estaba.

Sampedro negó que Ángel le hubiese pedido que personas que supuestamente estaban teletrabajando acudieran a la residencia: “No. Nada. Yo recuerdo de Ángel que decía cómo se habían organizado los turnos para los técnicos que tenían que ir... No tengo ningún mensaje en el que me dijeran ‘por favor, venid’. Ni a mí me transmiten que vaya en ningún momento, al contrario, los primeros días me dicen que todo está controlado y que me recupere”.

– Juez: ¿Le llega que los trabajadores estuvieran colapsados?

– Director de Elder: No, no, no. Colapsados no. Lo que sí me transmiten, y yo decido con Ángel, es que el personal técnico, todos hagamos de todo.

Sampedro negó que le pidiera a Marisa que hiciera una foto de las UVIs enviadas a la residencia en la noche del 15 de marzo: “No, no, no”.

Sampedro negó que al día siguiente le pidiera a Ángel y Marisa que buscaran a algún residente que se encontrara bien de salud para hacerse una foto con él y publicarla: ”Nada. Las redes sociales de la residencia no las llevo yo. Tenía cosas más importantes que hacer. Y, además, si yo lo pedí, que me enseñen la foto. No es cierto. No hay foto. Jamás he usado a ningún residente para hacerme ninguna foto, ni para publicar nada”.

Sampedro negó que en los días críticos no hubiese recepcionista, aseguró que entre el 10 y el 14 de marzo casi todos los días se había contratado personal, y afirmó que en todo momento había mantenido informadas a las autoridades de la Junta de Castilla-La Mancha sobre la situación en el centro.

Cuando se acercaba el final de la declaración incluso sollozó levemente, tras afirmar que recordaba una de las salas de la residencia como si fuera “una morgue”. Y, ya a preguntas de su abogado defensor, resumió así su actuación: “Yo estoy orgulloso porque todo lo que pude hacer, lo hice”.

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